No coincidieron las apreciaciones pesimistas del gerente del Banco Emisor con las optimistas del ministro de Hacienda. Mientras aquel hablaba de estancamiento de la economía colombiana, -ligereza verbal de la que tuvo que retractarse- este calculaba buenas cifras de incremento del PIB para este año. Con dureza el ministro acusó al gerente del Banrepública, “de hablar paja”.
Decía además el Emisor que el crecimiento del primer trimestre de este año apenas fue del 2,3 %, cuestionando las cifras del Dane que lo aforan en el 2,8 %. Ambas se sitúan por debajo del estimativo del 3,2 % esperado por el Gobierno para ver si al cierre de 2019 se podrá llegar al 3,5%, que aun cuando no es la cifra ideal, es significativa, dado los vientos adversos que están soplando en la economía mundial. Los mismos que según algunos expertos podrían bufar, dado el enfrentamiento comercial de EE.UU. y China, que desataría una recesión parecida quizá a aquellas que años atrás vivió la humanidad.
Al pesimismo del Emisor respondía el Gobierno al presentar el Marco Fiscal de Mediano Plazo. Calcula que este año el PIB será del 3,6 %, y el año entrante del 4 %. Asimismo, que disminuirá la deuda pública, venderá algunos activos en empresas del Estado, se apretará el cinturón del gasto público y, lo más importante en los anuncios, que no habrá más reformas tributarias, hecho que generaría confianza y seguridad jurídica en los sectores empresariales. Son compromisos no solo ambiciosos sino necesarios de darles cumplimiento para enmendar tantas falsas promesas de gobiernos anteriores que llegaron hasta a jurar que esculpirían en mármol su obligación de no hacer más reformas tributarias.
Lo que es un hecho -y allí pueden coincidir todos los exámenes rigurosos que se hacen en la economía política, que no politiquera-, es el peligro que para el desarrollo del país y la confianza inversionista, puede acarrear la agresiva radicalización de la polémica en el país político. Puede originar estancamiento de sus fuerzas productivas, por la forma agresiva y despiadada con que se dirimen las diferencias y los conflictos en una geografía, que desde antes de su creación de Nación, ha venido de ruptura en ruptura. Las polémicas agresivas que rodean el debate político, la inseguridad ciudadana, que pone de presente que la paz no se ha logrado como la predicaron en Cuba, originan la incertidumbre que es la mortal munición para asesinar las condiciones favorables para impulsar negocios y dar estabilidad física y emocional a los que crean riqueza y bienestar.
Las responsabilidades del país para impulsar el progreso económico, son inaplazables. Es inevitable hundirle las espuelas al caballo para que apure. Es ineludible la cristalización de un gran Acuerdo Nacional de voluntades y de acciones con la formación de gabinetes de coaliciones -distinto a la mermelada corrupta pautada por gobiernos anteriores- para alcanzar gobernabilidad con el Congreso como socio y complementarla con las fuerzas vivas y sociales de quienes sincera y efectivamente aspiran a sacar a Colombia de lo que podría ser un estado de decadencia y de zozobra. No olvidemos que detrás del telón acechan populistas de extrema izquierda, hábiles para raptarse el poder, camuflándose como demócratas.