Por María Eugenia Salazar de Q
Desde hace varios años decidí no manejar más, a pesar de que todavía tengo mis reflejos muy buenos y los sentidos en perfecto estado, pero los riesgos que corremos en Medellín son muy grandes, pues los motociclistas se tomaron calles y avenidas y acosan sin cesar a los demás conductores y más cuando somos mujeres. Nos golpean los espejos retrovisores y siguen a la carrera metiéndose por todas partes y hasta montándose por las aceras.
La semana pasada creí que podía salir nuevamente en el vehículo de una hija aprovechando las vías despejadas por la cuarentena, pero no para salir a pasear sino porque debíamos cumplir una cita médica prioritaria de mi esposo, que no puede manejar carro ni desplazarse sin ayuda. Salimos con anticipación, en el trayecto nos pararon dos veces las autoridades, mostramos la citación de la doctora en la clínica y nos dejaron seguir sin problema. Y lo que vimos fueron las calles de Medellín como pistas de carreras para cientos de motociclistas, varios de ellos mensajeros obviamente llevando toda clase de domicilios, pero también muchos otros a mil en motos de todos los tamaños, volados, haciendo competencia y evadiendo muy fácilmente los controles.