Hace 7 años paseaba a las 7 de la noche por el centro de Buenos Aires. Advertí varios equipos de televisión sobre una calle cercana al Obelisco y al Teatro Colón. Curioso como periodista, me acerqué y entablé conversación con el jefe de la policía que custodiaba el lugar. Cámaras y periodistas esperaban al presidente de la Asociación de Fútbol Argentino (AFA), el todo poderoso Julio Grondona; una hora después salió, se subió al carro, ni siquiera volteó a mirar y se fue.
“Tus colegas”, así me despidió el de la policía.
He ahí el poder del fútbol.
La Fifa es un poder multinacional privado que ha logrado crear la falsa sensación de que el fútbol es asunto de interés público y oficial, que los gobiernos deben someterse a sus designios. A menos que uno de esos gobiernos se llame Estados Unidos, único frente al cual la Fifa ni chistó cuando le encarceló y condenó a varios miembros de esa mafia mundial.
Similar en Colombia, donde la Federación, la Dimayor y la Difútbol (entes privados) han logrado postrar a sus pies a los gobiernos nacionales y locales, a la Policía, al periodismo e incluso a las altas cortes, a estas últimas con el dulce atractivo de nombrar a sus magistrados en diversas comisiones cuya única función es esa, atraparlos en la red de su poder. Boletas, palcos, VIP, viajes a mundiales y cocteles complementan la deliciosa trampa.
Los gobiernos nacionales y locales les construyen y mantienen los estadios, con uso casi exclusivo para sus torneos, a cambio de un exiguo pago de alquiler.
Veamos algunas cifras:
El estadio El Campín: costo cercano a los $ 100 millones de alquiler para un concierto. Pero Millonarios y Santa Fe, empresas privadas, solo pagan $ 8 millones por partido.
Atanasio Girardot: DIM y Nacional no pagan, pero el 4 % de la taquilla va al municipio, costo que asumen los espectadores en su boleta, no los equipos.
Pascual Guerrero: $ 115 millones para concierto, pero apenas $ 12 millones por partido para el América.
Metropolitano: Junior, de la poderosa Casa Char, $ 7 millones por partido; la Selección Colombia (Fedefútbol) no paga nada.
No sobra recordar que los equipos profesionales de fútbol en Colombia son sociedades anónimas comerciales, excepto el Deportivo Cali, que se conserva como asociación sin ánimo de lucro. Solo rinden cuentas a la Dimayor y al gran dios, la Fifa.
¿Y los hinchas? Fieles, sumisos, objetos útiles del gran negocio.
Y ahí vamos. El servicio de la Policía Nacional dentro de los estadios nos cuesta anualmente unos $ 35 mil millones, según cuentas de Dimayor en 2018, cuando lograron tumbar una norma del nuevo Código de Policía que impedía que los uniformados se destinaran a la seguridad interior de los estadios. El entonces ministro de Defensa Botero, mientras degustaba un whisky, quiso ponerle tatequieto a eso con un borrador de decreto que hoy nadie sabe en qué quedó.
Y en Neiva quieren gastar otros $ 93 mil millones en seguir remodelando el viejísimo estadio Plazas Alcid.
Y ahora, como si faltase, los nuevos dueños del espectáculo son las apuestas deportivas en línea. ¿Todos ponemos y solo ellos ganan?