No es un secreto, para allá nos quieren llevar. La izquierda tiene como práctica empobrecer los países para, en medio del desespero, tomarse el poder ofreciendo sacarlo del caos en que se encuentra. Pasó en Cuba, que era una potencia mundial en la producción de la caña de azúcar. Recordemos las famosas zafras para la recolección de la caña. Las playas y los centros de diversión eran famosos para el turismo, el centro histórico era ejemplo de una ciudad europea en el Caribe. En resumen, era un paraíso, además de un país rico. Llegó Fidel Castro, disfrazado de demócrata, aprovechando la situación por un mal gobierno dictatorial y se apoderó del país para llevarlo a la pobreza absoluta, donde todos tienen que depender del Estado y ser siempre sumisos al gobernante que es el único que les puede dar el sustento.
La Alemania oriental, después de la Segunda Guerra Mundial, quedó en manos de los soviéticos, quienes la mantuvieron en la absoluta pobreza, hasta cuando no resistieron el ejemplo de desarrollo de su vecina Alemania occidental. Lograron la reunificación con un gran sacrificio de los alemanes occidentales y de las naciones amigas.
Los países tradicionales izquierdistas y comunistas van dando la vuelta para acercarse a las políticas democráticas liberales en la economía. Los ejemplos de Rusia, sus antiguos socios de la Unión Soviética y la China, han dado la vuelta para poder progresar.
Nosotros siempre atrás, hasta en la política, estamos ensayando la izquierda empobrecedora. Recordemos Argentina con Cristina, Chile con Allende, Nicaragua con Ortega, Bolivia con Evo y otros más que han ensayado esa izquierda en el gobierno. Pero la tapa de todo es Venezuela, con el espejismo de Chávez y Maduro. Ver a los más ricos de Latinoamérica sacando comida de las basuras, nunca nos lo hubiéramos imaginado si no es por un gobierno de izquierda que acabó con el país. Venezuela, que sacaba unos cuatro millones de barriles de petróleo al día, ahora apenas llega a los setecientos mil barriles. Un país rico en hierro, en coltán, en oro, en gas natural, en aguas y tierras cultivables, ahora es un país en la miseria. Un pueblo que emigra a los países vecinos para vivir de lo que recogen en los semáforos. Profesionales que están ocupando los más humildes trabajos en los restaurantes o en los parqueaderos para conseguir el sustento, produce un verdadero dolor, pero eso es el resultado de la izquierda en el poder.
Lo grave, para allá nos tratan de llevar. Se oponen a la práctica del fracking, que nos dará petróleo para unos años más. Este sistema que ya está ensayado y probado que no produce ningún efecto dañino, si se maneja como debe hacerse. Léanse el libro de Amylkar Acosta, no propiamente un derechista, pero experto en estos temas, sobre la práctica controlada del fracking. Se oponen a la gran minería y aceptan la minería ilegal. Por otro lado, se oponen a la aspersión con glifosato para acabar con esos cultivos que envenenan a la juventud del mundo. Con todo esto, nos quieren llevar hacia el caos que vive nuestro país vecino.