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Desde cuando el historiador Arnold Toynbee publicó su libro esencial sobre Ciudades en marcha, la preocupación por las expectativas de vida colectivas se acentuó entre los estudiosos del urbanismo. ¿Hasta cuándo puede durar una ciudad? ¿Por cuánto tiempo estaría asegurada su sostenibilidad?
Porque ha habido ciudades que han muerto, a pesar de haber alcanzado algún día la cima de prosperidad y calidad de vida. Desde Pompeya, pasando por Sodoma y Gomorra, hasta el caso más reciente de Detroit, el otrora emporio de la industria automovilística estadinense, agotado con la decadencia económica y la pérdida de población, la muerte de ciudades ha sido un signo inquietante. Por eso estoy de acuerdo, al menos en parte, con la advertencia sobre los riesgos de desaparición de ciudades mal planeadas, que hizo Darío Ruiz Gómez, urbanista de todas las jornadas, en artículo reciente que ojalá no tenga validez profética para Medellín.
¿De verdad y en serio, hasta cuándo podría durar Medellín, si aventuramos una mirada prospectiva y cotejamos las condiciones que garantizan que una ciudad sea sostenible, con los planes y proyectos de los responsables no sólo de gobernar para el aquí y ahora sino también de pensar y obrar con criterio de responsabilidad para las siguientes generaciones?
Nuestra ciudad entrañable, tan amañadora para los visitantes pero tan hostil como está volviéndosenos a los que la hemos vivido, andado, gozado y padecido toda la vida, puede ser la más innovadora del mundo, ser la sede del centro para la Cuarta Revolución Industrial en Iberoamérica y tener soluciones envidiadas por los pobladores de otras grandes capitales y ciudades globales, pero, no nos engañemos, carga con el lastra de la inequidad y, por ejemplo, en un ranquin de sostenibilidad mundial de una entidad llamada Arcadis, que ayuda a estimar las expectativas de vida colectiva, no figura entre los cien mejores vivideros del orbe.
El ranquin en referencia, encabezado por Londres, Estocolmo, Edimburgo, Singapur y Viena, apoya sus resultados en tres pilares: Personas (calidad de vida y oportunidades); Planeta (energía y contaminación) y Beneficio (desempeño económico). Se sintonizan con los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU. Aunque hay otras fuentes de referencia recomendables, aquí puede consultarse en internet esta suerte de think tank sobre la sostenibilidad y las expectativas de vida de las ciudades en el mundo actual: https://www.arcadis.com/en/global/
Pregunto, entonces, si Medellín va camino de la sostenibilidad y la supervivencia aunque se piense en obras faraónicas (tranvía de la 80) y se cierren vías alternas, mientras la carrera Cúcuta esté invadida de indigentes abandonados. Es increíble que no haya innovación para resolver la inseguridad alarmante ni para recluir en granjas agrícolas a miles de retenidos en las estaciones de policía, etc. ¿Hasta cuándo duraría Medellín?.
