Cuando baja la marea la playa amplía su horizonte, el arenal se hace más grande, el mar se aleja y las líneas paralelas que lo dibujan se estrechan, la perspectiva cambia, por unas horas la realidad se transforma y el vaivén de ese fenómeno permite que emerjan miles de pequeñas conchas y caracoles que con el ritmo habitual de las olas resultan invisibles a los ojos, esa fuerza que ejercen el sol y la luna sobre la tierra establece una simbiosis perfecta en ese paisaje, el movimiento pendular del mar descubre y oculta, oculta y descubre lo que yace ahí. Cuando caigan las estrellas del cielo que son sus ojos, la noche se hará negra y se invisibilizará todo, la bóveda celeste perderá su lustre y el aquí y el allá serán nociones idénticas, duele imaginar un cielo sin las luces que son ilusión ... en eso pensaba en estos días de paradojas sin fin, en estas jornadas en que tratamos de dormir un poco más y no logramos conciliar el sueño porque las horas de pantalla y la falta de luz solar nos van robando minutos de descanso y vitamina, en estos días en que algunos tratamos de concentrarnos en la lectura pero vemos impacientes cómo el cerebro migra como si fuese un desplazado que huye a otro rumbo, nos dicen que debemos ahorrar, nos invitan a hacerlo, pero si no consumimos un poco más allá qué poco ayudaremos a que la enorme pobreza que será el emblema del futuro sea un poco más leve, quién pagará al pescador artesanal que sobrevive en la costa pacífica de los pocos peces que despacha al interior del país para que otro prepare el ceviche que alguno ordenará, dónde estará el vendedor de frutas que se apostaba en el espacio urbano, qué será de quienes servían el café que compraba en la mañana, qué frágil es todo, cuán relativo es el ahora, cuando veo llegar el domiciliario que además de la felicidad también puede portar la peste vuelvo a reflexionar sobre tantas paradojas, tomo una fruta en el supermercado y pienso en la inmensa cadena que permitió que ese alimento llegase a mí, cuantas personas y procesos nutren esos eslabones de amor, vale la pena cada compra que es un esfuerzo, porque hay que salvar a muchos o a todos, hay que salvar lo que se pueda, “incluso a nosotros mismos, porque nos salvamos si otros se salvan”, dice mi amigo Juan, porque de esto solo saldremos juntos, solo emergeremos como comunidad (unidad común o como unidad).
Hoy la marea está muy baja, el mar está lejos, las olas que llevarán de regreso esta nave a otros puertos lucen lejanas, este inmenso arenal permite ver a tantos que se creyeron invencibles y edificaron monopolios, ellos saldrán tan débiles de aquí como otros tantos y seguramente contra su propia voluntad tendrán que ceder espacios, ahí está la oportunidad de miles, esta anomalía visibiliza no solo lo malo, sino cientos de oportunidades y cosas hermosas, de esas está llena esa noche en que aunque sea uno solo de los ojos, que son ilusiones, ilumine el camino de ida.