Pasada ya la anestesia del país –pero no su desconcierto, por el galimático fallo de la Corte Constitucional sobre la aplicación del fast track, con el cual decapitó la Carta Magna–, deben ahora despertarse los ciudadanos contribuyentes al fisco, para asimilar el otro golpe que se les viene encima con la cuestionada reforma tributaria.
Una reforma, más coyuntural que estructural, regresiva y saturada de presiones de grupos de poder para que se descargue sobre las espaldas de aquellos contribuyentes sin influencia y sin dolientes. Una reforma destinada a tapar los huecos producidos por el derroche en el gasto público. Dirigida a consolar los remordimientos del Gobierno por no haber ahorrado recursos provenientes de pasadas bonanzas petroleras...