Unas horas antes de subir al escenario en Coachella, el gigantesco festival de música en California, J. Balvin escribió en su cuenta de Instagram, “Hoy es un día muy especial. Hoy nos toca a nosotros los latinos y soñadores, a los que como yo no les da miedo seguir a sus sueños y a que los llamen diferentes, pues necesitamos que sigan llamándonos locos cuando somos soñadores”. Una vez en el escenario, este hijo de la clase media de Medellín, que a los 17 año se fue a Nueva York a trabajar como caminador de perros, exclamó triunfante, “Nos demoramos quince años para que llegara el reggaetón a Coachella. Soy J Balvin y soy de Medellín, Colombia”.
Unos días después, otra estrella de la música urbana, Maluma, se conmovió al escuchar la canción “Medellín” que grabó con el icono de la música pop internacional, Madonna. “¡Imposible contener las lágrimas y la emoción después de escuchar esto. No saben mi felicidad y lo que representa esto para mi vida! Se vale soñar, ¡se lo dije!”. J Balvin y Maluma solo son la punta del iceberg de un fenómeno muy amplio, que no es solo musical, sino también cultural. De este fenómeno, Medellín se ha venido posicionando como una de sus grandes capitales mundiales.
Lo que es nuevo sobre el reguetón es cómo surgió. Anteriormente, un particular género musical estaba arraigado en un lugar determinado, ya se definiera ese punto de origen local en términos de geografía, etnicidad, nacionalidad. Por ejemplo, el jazz, el tango, el blues, el reggae, la salsa, la samba e incluso el hip-hop, todos estos estilos se difundieron alrededor del mundo, pero siempre es posible decir dónde se originaron y cómo se difundieron y se reubicaron en los diversos entornos en los que se desarrollan.
Por lo contrario, el reguetón pasará a la historia por ser la primera música transnacional, en todo el sentido de la palabra. De hecho, el reguetón es un género eminentemente popular sin cuna en el sentido de un “barrio” o incluso de una configuración nacional en la cual surgió. Su cuna es multinacional y transnacional desde el principio; su origen es elusivo, está en la encrucijada de muchas diásporas, fenómenos migratorios, y comunidades fluctuantes de gustos y de solidaridad generacional.
La misma biografía de J. Balvin es el reflejo de una vida transnacional, que se resiste a los condicionamientos de moldes preestablecidos, que rompe normas y límites geográficos, culturales, y espirituales. De alguna manera J. Balvin encarna un futuro que está emergiendo, una manera de ser y de generar el mundo, que lo ha vuelto no solamente un icono musical, sino también cultural, sobre todo para las nuevas generaciones. En todo eso, Medellín se está también convirtiendo en un cruce de migraciones transnacionales, abriéndola siempre más al mundo, llevándola a mirar a la realidad que está más allá de sus montañas. Quizás este proceso y abertura también terminen aportándole a la transformación cultural que Medellín necesita y reclama.