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Si pregunto a mi interlocutor cuánta confianza tiene en sí mismo, al instante me responde que mucha. Y si le pregunto cómo se lo demuestra, su actitud optimista rebaja de puntos. Podemos vivir derretidos de gratitud con la pandemia solo con que nos deje el desafío de la educación y la autoeducación, que es moldear al ser humano para que sea lo que está llamado a ser.
Hablamos mucho de autoestima, hablemos también de autoconfianza. Tiene autoestima quien se ama a sí mismo y por amarse a sí mismo se da un buen trato de cuerpo y alma. Mis sentimientos de amor me indican si me amo, si tengo autoestima, de la cual viene la autoconfianza, la confianza en mí mismo.
Confianza viene de confiar, que es reconocer que soy débil, por lo cual salgo de mí mismo a apoyarme en algo sólido que me dé seguridad y tranquilidad, frutos de la autoconfianza. En la autoconfianza hay autodominio, la tarea de todos los días por ser dinámico. Autoestima, autoconfianza y autodominio, que son fruto de una larga paciencia, requieren cultivo permanente.
El dominio de mí mismo es el modo de demostrarme que tengo autoconfianza. Por lo cual me intereso en tomar como lema de mi comportamiento la letrilla de S. Teresa: “Nada te turbe, / nada te espante...”. Tarea que completo con la orientación de S. Juan de la Cruz: “Llevarlo todo con igualdad tranquila y pacífica, no sólo aprovecha al alma para muchos bienes, sino también para que en las adversidades se acierte mejor a juzgar de ellas y ponerles remedio conveniente”.
El secreto de la autoconfianza es el amor. Cuanto más me amo, mayor es mi autoconfianza. Cuanto más nos amamos, más confiamos en nosotros mismos. Jesús de Nazaret manifiesta una confianza sin límites en su Padre, fundamentada en que “Yo y el Padre somos uno” (Jn 10,30), la vivencia perfecta del amor. La seguridad que me produce la confianza hace la vida deliciosa.
La confianza debe ser el hilo que teje la vida cotidiana. Confianza en las cosas, como la casa donde vivo y los instrumentos de trabajo, como el carro, el computador y el celular. Confianza en mi talento y en el trabajo que realizo cada día. Confianza en los líderes políticos y religiosos, y, sobretodo, confianza en Dios.
Fruto de la pandemia, hagamos campañas masivas de autoestima y autoconfianza, de confianza en los demás y en el mundo en que vivimos, fruto de nuestra confianza en Dios. Los esenios tenían este lema: “No hacer nada que pueda enturbiar el resplandor del sol”.
