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P. Hernando Uribe
Columnista

P. Hernando Uribe

Publicado

La catedral en llamas

Por hernando uribe c., OCD

hernandouribe@une.net.co

Para Víctor Hugo, Notre-Dame es “una vasta sinfonía de piedra”. El simbolismo de esta catedral es ilimitado. Una obra musical cuanto más perfecta, más incompleta es, y cada intérprete la completa a su modo. Todo el que la visita, siente representada en ella toda la grandeza y majestad del corazón.

Se ha dicho también que Notre-Dame es un libro, más aún, una enciclopedia tallada en la roca, en que los visitantes y turistas se instruían y educaban, al no saber leer y carecer todavía de la imprenta. Sus vitrales y grabados dejan en ellos una huella de eternidad. El mundo de lo inefable puesto al alcance de los sentidos, de la vista en especial.

El hombre es un ser de símbolos. Símbolo es una cosa que remite a otra, lo que lleva al hombre del cuerpo al alma, de la tierra al cielo, de lo humano a lo divino. El símbolo tiene los límites que cada uno le pone. Cuanto más se cultiva, más elocuencia descubre en él.

Hablándole de Jesús a la gente, una noche desperté llorando. Si bien no recuerdo lo que decía, mis palabras me llenaban de felicidad. En el diálogo de Jesús con Nicodemo hay una afirmación conmovedora. “Tanto amó Dios al mundo, que le entregó a su Hijo único, no para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él”. No necesito saber más de Él. La noche del incendio fue similar mi conmoción.

Más de una vez he tenido la pesadilla de estarme despeñando por un abismo sin fondo, y despertar casi sin esperanza de salvación. Con todo, mi mayor pesadilla fue la de ver caer, despierto, la aguja de Notre-Dame, dejando a los ojos y la mirada del hombre del siglo XXI la tarea de seguir señalando la ruta del Infinito, única tabla de salvación del sexo y la codicia.

Mientras veía arder a Notre-Dame se me vino a la memoria el acontecimiento de Jacob, que soñó con una escalera que iba de la tierra al cielo y por la cual subían y bajaban los ángeles de Dios. Al despertar, se dijo sobrecogido: “¡Qué temible es este lugar! Esto no es otra cosa sino la casa de Dios y la puerta del cielo” (Génesis 28,17).

Experiencia inolvidable la de visitar la catedral de Notre-Dame, símbolo prodigioso de que el hombre es el verdadero templo de Dios. “¿No saben que son templo de Dios?” (1 Cor.3, 16), destinados a vivir de la alabanza por toda la eternidad. Sublime enseñanza, el incendio de Notre-Dame.

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