El proyecto gubernamental de nuevos impuestos sacudió los manteles de plástico del ochenta por ciento de los colombianos. Cruzó por las mentes la perspectiva de que en las mesas no habría en adelante el inmortal plato de arroz con huevo frito encima. La aguapanela emergió como única salvación para los huesos.
El pueblo y la clase media se convertirían en una misma cosa. Los diez mil pesos del mercado semanal igualarían a los barrios de barro y a los de conjuntos con colmenas para cinco personas. Todos acelerarían su descenso hacia las hambrunas del cinturón. Todos serían niños de la Guajira, entre el mar, el desierto y las montañas más bellas de la Tierra.
Desde los diversos colores políticos se hicieron aguacero las protestas. Los líderes fueron...