Por Daniel González Monery
Universidad del Atlántico
Lic. Ciencias Sociales, semestre 8
moneri11@hotmail.com
Iván Duque tuvo en sus manos la opción más fácil: completar la tarea de darle continuidad y garantías a la consolidación de la paz negociada, en bien del país, para tranquilidad de la muy expectante comunidad internacional, y en beneficio del propio Gobierno, que teniendo despejado el horizonte de la paz, podía dedicarse a ejecutar su propia agenda. Pero se descarriló.
Decidió hacer trizas la agenda de la paz, e hizo trizas de paso su propia agenda. Ahora no tiene cómo avanzar, y tampoco cómo retroceder o enderezar el rumbo. Se dedicó a darles crédito a los pregoneros de la guerra y el odio, y quedó atrapado en su propia incoherencia. Entre incendiar o reconciliar, optó por incendiar, cuando el país pedía a gritos reconciliar.
Incendiar no es necesariamente disparar. Incendiar es también aceptar discursos de legitimación del exterminio a los desmovilizados con el argumento de que si estábamos ad portas de liquidarlos, por qué no terminar la tarea. Incendiar es bloquear las salidas a la insurgencia en la arena política, o dejar que eliminen a militantes comprometidos con la paz. Incendiar es la posibilidad de que a un prisionero enfermo se le apliquen métodos de sedación y oprobio ensayados por los nazis. Incendiar es el riesgo de que se fabriquen delitos, con agencias extranjeras asociadas a autoridades nacionales, en lugar de prevenirlos.
Incendiar es estar de espaldas a que el ejército consiga positivos “como sea”, hasta que prestigiosos periódicos como The New York Times digan, con testimonio de militares honestos que la ciudadanía debe proteger decididamente, que no se puede así, que lo que se sospecha ya es indecente a los ojos de la opinión mundial y a los códigos de honor de la guerra. Incendiar es ponerle objeciones a la justicia, y desconocer las más altas jerarquías constitucionales. Incendiar es que se criminalice a la justicia y se trate a sus magistrados, sin razones, como delincuentes, promotores de impunidad, protectores de la violación de niños y de delitos sexuales.
Por supuesto, en el camino se clarifican cosas. Y lo cierto es que por el momento la salida ya no está dentro del Gobierno, ni sus fuerzas políticas, sino por fuera de él y de ellas, en la oposición y en la sociedad comprometida y movilizada por la paz. Este gobierno, si sigue como va, corre el riesgo de ser recordado no por lo que hizo, sino por lo que puede destruir.
*Taller de Opinión es un proyecto de
El Colombiano, EAFIT, U. de A. y UPB que busca abrir un espacio para la opinión
joven. Las ideas expresadas por los columnistas del Taller de Opinión son libres y de ellas son responsables sus autores. No comprometen el pensamiento editorial de El Colombiano, ni las universidades
e instituciones vinculadas con el proyecto.