Por david E. Santos Gómez
Hay problemas en el Banco. El organismo de financiación más importante de América Latina, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), se estremece políticamente por el repentino cambio de la regla tácita que reza que su presidente debe ser latinoamericano. Hace dos meses Washington sorprendió al anunciar que proponía a su ficha Mauricio Claver-Carone para reemplazar al colombiano Luis Alberto Moreno, en la silla desde el 2005 y quien termina periodo este año. Saltaron todas las alarmas.
Los incondicionales de siempre a EE. UU. aceptaron el atropello de inmediato -entre ellos, por supuesto, Colombia y el Brasil de Jair Bolsonaro- pero otros más como Chile y Argentina levantaron la voz. Este último, además, porque estaba casi seguro de que su candidato, Gustavo Béliz, sería el escogido. A ellos se sumó la protesta de la Unión Europea, que hace parte del Banco como miembro no prestatario, y ve inconveniente la jugada de Donald Trump. De igual forma, en los últimos días el gobierno mexicano de Andrés Manuel López Obrador expresó su incomodidad y aseguró que apoyará la propuesta argentina.
Que la Casa Blanca instale la autoridad del BID tiñe de política un cargo que tradicionalmente ha sido otorgado por méritos académicos y técnicos y que, además, sirve como punto relativamente independiente de la geopolítica hemisférica, o al menos uno en el cual las voces latinoamericanas tienen enorme peso para definir los programas de préstamos que buscan, esencialmente, reducir la pobreza. Trump, por el contrario, pretende mover las fichas del tablero diplomático y usar la silla como punta de lanza de su discurso. Sabe que cuenta con los votos para hacer lo que le plazca.
En medio de un azaroso 2020, los opositores al candidato estadounidense han pedido que se aplace la escogencia del sucesor de Moreno que está pactada para septiembre. Los motivos que aducen son la pandemia y la enorme crisis económica que cae sobre el continente. La razón, en el fondo, es dilatar el voto y patear el balón hacia adelante y dejar la responsabilidad para el otro año. Es una manera poco diplomática de decirle a Trump que no creen que para el 2021 él siga en la Casa Blanca y que con Joe Biden como nuevo presidente de Estados Unidos, el BID podrá retomar los acuerdos no escritos que el multimillonario quiere destruir.