Se podría perdonar a los estadounidenses jóvenes y de mediana edad por pensar que Jesús fue un conservador que denunciaba a las personas homosexuales y arengaba a los pobres para que salieran adelante por sí solos, hasta que fue crucificado por demandar un recorte a los impuestos corporativos.
Esa percepción podría surgir porque desde la década de 1980, los cristianos más prominentes han sido los evangélicos conservadores que con frecuencia insisten en asuntos que nunca fueron mencionados explícitamente por Jesús, como el aborto y la homosexualidad. Pero ahora más cristianos progresistas están asumiendo una posición destacada.
Tenemos a Joe Biden, uno de los presidentes estadounidenses más religiosos del último siglo, junto con Jimmy Carter y George W. Bush. Biden asiste regularmente a misa y vive su fe, a diferencia de su antecesor, Donald Trump, quien la usaba meramente como un arma.
Del mismo modo, la vicepresidenta Kamala Harris es baptista y dice que asiste regularmente a la iglesia. Alexandria Ocasio-Cortez (demócrata) es católica y dice que su fe la motiva a abordar los temas de la atención sanitaria y el cambio climático. Raphael Warnock, un nuevo senador, es un pastor baptista ordenado.
Otros demócratas también hablan con fluidez el idioma de la fe, de modo que se ha formado una importante masa de cristianos progresistas inspirados por la religión, no para reducir los impuestos para los ricos, sino a reducir la pobreza de los niños.
Al mismo tiempo, los cristianos conservadores se han visto afectados, sobre todo cuando algunos atacantes invocaron la religión mientras invadían el Capitolio de Estados Unidos. (Después de tomar el recinto del Senado, los insurrectos rezaron: “Dios, gracias por llenar esta cámara con patriotas que te aman y aman a Cristo”). Y aunque las motivaciones humanas son complicadas, el sospechoso de los recientes asesinatos en Georgia es un baptista del sur que ha sido descrito por un antiguo compañero de cuarto como un “maniático religioso”.
Algunos pastores distinguidos de la Convención Bautista del Sur se refirieron burlonamente a la vicepresidenta Harris como una “Jezabel”, una referencia bíblica a una mujer que es malvada, cruel y manipuladora en su deseo de poder. Eso fue contraproducente y resaltó cuán alejados estaban de la realidad.
Sin embargo, el ala trumpista evangélica se está reforzando. El pastor Rick Joyner, un notable líder evangélico, dijo este mes que los cristianos deberían comprar armas con el fin de prepararse para una guerra civil que ahora es inevitable.
El reverendo William Barber, un líder de Poor People’s Campaign, me dijo: “Algunas personas se han apropiado del cristianismo y decidieron que iban a invertir mucho dinero para promover la idea de que ser una persona de fe significa estar en contra del aborto y los homosexuales, y estar a favor de las armas y los recortes de impuestos”. Barber llamó a eso “negligencia teológica”.
Jerushah Duford, nieta del reverendo Billy Graham, está de acuerdo: “Hemos presenciado homofobia, hostilidad hacia los derechos de las mujeres, xenofobia y una falta de interés hacia los pobres”. Duford compara el daño que la extrema derecha cristiana le ha hecho al cristianismo con el daño que los extremistas musulmanes le han hecho al islam.
En años recientes, el porcentaje de estadounidenses que se identifican como cristianos se ha reducido, mientras que la parte que se define como ateísta, agnóstica o “nada en particular” ha crecido.
Por supuesto, el ala progresista del cristianismo no es nueva. Comenzó con Jesús. Creo que sería saludable que los cristianos progresistas reclamaran una parte de la plaza pública de Estados Unidos y alborotaran las cosas.
Si la cara pública de la fe se vuelve menos dominada por figuras de la derecha, quizá sea más fácil que el país sane sus fisuras.
¡Aleluya por la complejidad! Pues podría disminuir la temperatura política de Estados Unidos. Rezo por eso