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Rafael Isaza
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La gente está asustada

Por Rafael Isaza González

rafaelisazag@une.net.co

Amable lector. Nadie es ajeno a la frustración y congoja de millones de los nuestros que cada mañana ven más lejana la posibilidad de encontrar un empleo. Incluyendo a los profesionales recién egresados de las universidades.

Este drama, que se ha hecho más notorio con la prolongada pandemia, ha sido aprovechado por dirigentes sindicales y amigos de la izquierda radical, para promover manifestaciones, paros, saqueos y obstrucciones de vías, haciendo más crítica la angustia del pueblo colombiano.

A pesar de ser “protestas pacíficas”, los daños materiales son cuantiosos. Hay varios fallecidos y cientos de personas heridas, en su mayor proporción miembros de las fuerzas de policía, que han expuesto su vida para conservar el orden.

En estas marchas, que con frecuencia terminan en actos violentos, sus patrocinadores siempre tienen la disculpa de que son delincuentes comunes ajenos a estos movimientos. Igual que las plantas requieren de abono para que florezcan y den frutos, estas protestas, sin actos violentos, tendrían poca resonancia. Es difícil suponer que no haya nadie que estimule a estos vándalos.

Los organizadores de estos paros buscan no solo la cabeza del presidente, sino acelerar el proceso de cambio del sistema de gobierno, por uno igual o parecido al régimen del país vecino. Es incomprensible que muchas personas se dejen seducir conociendo la actual situación de Cuba y Venezuela, que unas décadas atrás eran países ricos y nosotros no, hoy los pobres son ellos.

Con cambiar una democracia, así no sea perfecta, por un modelo comunista, habrá más pobreza y un poco más tarde la gente, incluyendo buena parte de los medios de comunicación, comprenderán que perdieron el don precioso de la libertad.

Dialogar, como pretenden algunos, con personas torcidas, es perder el tiempo. La sola presencia de Juan Manuel Santos con estos anárquicos, no deja de ser preocupante. Igual ocurre con las entidades internacionales, donde el pensamiento de muchos de sus miembros es de izquierda pero viven como príncipes.

La solución, en circunstancias como esta, se encuentra en nuestra Constitución Política. Las Fuerzas Armadas son las indicadas para conservar el orden y recuperar la paz. El país no puede continuar por mucho tiempo más operando a medias, pues es igual al enfermo que se está desangrando que al final muere. Es imprescindible, a la mayor brevedad, recuperar el orden y la confianza en la gente que lucha por trabajar y dar trabajo. Algunos ya no aguantan más.

Abraham Lincoln, hombre pacífico por naturaleza, sin embargo, debió afrontar una guerra que costó un millón de muertos. Ojalá acá no hubiese ninguno. Pero si los hay, es preferible a que Colombia no atraviese la puerta del comunismo, del cual será casi imposible salir

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