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La migración climática ya llegó

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Por Alexandra Tempus

No hubo tiempo suficiente para evacuar por completo a Nueva Orleans antes de que llegara el huracán Ida. Se intensificó con demasiada rapidez y los miles que pudieron huir, lo hicieron. La alcaldesa instó a los que se quedaron atrás, incluidos muchos sin el dinero o los recursos para empacar e irse, a “resguardarse”. La tormenta arrancó techos y cortó la energía.

Estamos en los albores de la Gran Era de la Migración Climática de Estados Unidos. Por ahora, es poco sistemática y las mudanzas suelen ser temporales. Brutalizados por huracanes, inundaciones y una tormenta invernal, los residentes de Lake Charles, Luisiana, han estado viviendo con familiares durante meses. A principios de agosto, el incendio de Dixie, en California, se cobró al menos una ciudad entera, y los lugareños comenzaron a vivir en tiendas de campaña. Los habitantes de apartamentos en Lynn Haven, Florida, se vieron obligados a abandonar sus hogares para caminar por las calles inundadas debido a la tormenta tropical Fred. El recuento de evacuados ha seguido aumentando, desde los habitantes de Nueva Inglaterra en el camino del huracán Henri hasta los sobrevivientes de las inundaciones en Carolina del Norte y Tennessee y las personas que escaparon de incendios en Montana y Minnesota.

Pero las reubicaciones permanentes, por parte de individuos y eventualmente de comunidades enteras, son cada vez más inevitables.

Los pueblos indígenas, las organizaciones comunitarias, los gobiernos locales, las universidades y otros han intervenido para llenar el vacío de liderazgo del Estado. Han desarrollado herramientas y planes de reubicación innovadores para sitios que luchan por encontrar soluciones. A raíz de Ida, el quinto huracán más poderoso en azotar a los Estados Unidos, el gobierno federal debe hacer de la migración climática una opción viable para todos.

En los Estados Unidos, los esfuerzos para reubicar hogares o incluso vecindarios enteros se han visto facilitados en gran medida por los programas federales de compra de viviendas. Después de desastres naturales, los gobiernos estatales y locales pueden comprar viviendas dañadas con fondos federales. Los propietarios de ellas, en lugar de reconstruir, se mudan a otro lugar. En las comunidades costeras, donde los residentes se alejan de la orilla del agua, este proceso se llama retiro administrado.

Desafortunadamente, se enfrentan de forma habitual a una burocracia laberíntica y a retrasos de años para obtener adquisiciones. Y debido a que los programas pueden incluir incentivos para reubicarse dentro de un área geográfica determinada, los propietarios pueden aterrizar en lugares igualmente vulnerables al peligro climático. Y ni hablar de los inquilinos, que simplemente pierden todo en un desastre.

El cambio real, como reubicar vecindarios y comunidades enteras fuera de peligro, se manejaría mucho mejor no en tiempos de crisis, cuando los desplazados deben sopesar decisiones complejas en medio del caos y la pérdida, sino antes de que estalle una crisis.

Algunas comunidades han comenzado a resolver problemas por sí mismas. En Paradise, California, que perdió once mil casas en el incendio de Camp, que batió récords en 2018, el Distrito de Parques y Recreación de Paradise ha comenzado un programa de compra de zonas en peligro de incendio, adquiriendo cientos de acres de las propiedades con más riesgo a vendedores dispuestos.

En la costa de Alaska, quince aldeas nativas han trabajado con el Instituto de Justicia de Alaska diseñando un proceso culturalmente sensible para la reubicación de comunidades. Esto ha incluido dar un nombre, usteq, a la rápida erosión impulsada por el clima y al derretimiento del permafrost a un ritmo de diez pies en una noche, lo que hace que los edificios caigan al mar. Usteq significa “colapso catastrófico de la tierra” en el idioma nativo yup’ik, y varias de las aldeas han instalado dispositivos de monitoreo de usteq.

El lunes, los líderes de base pidieron al presidente que estableciera una agencia de migración climática. Los líderes de comunidades de bajos ingresos, negros, latinos e indígenas, desde Carolina del Sur hasta California, se han reunido durante 2021 para discutir cómo el cambio climático está dando forma a los lugares inciertos que ellos llaman hogar. Esperan que el dinero y la información federal para la reubicación sean fácilmente accesibles para todos, de modo que salir de casa y encontrar una nueva no sea más desastroso de lo que debería ser

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