¿Qué le hace falta a Medellín para transformarse de manera definitiva? Esta es una de las preguntas que han rondado mi mente durante esta semana, en la cual he tenido el honor de compartir una experiencia extraordinaria en compañía de caballos, empresarios, y Kathy Pike, una mujer de Estados Unidos, pionera en introducir la sabiduría de los caballos para promover el liderazgo auténtico. Durante más de un año he estudiado con Kathy en las montañas de Colorado, aprendiendo su arte y dejándome guiar por ella para descubrir y apreciar la sabiduría de los caballos.
Kathy me ha enseñado a no acercarme a los caballos viéndolos como un medio para lograr mi fin, sino a ponerme en el lugar de ellos, abriendo mi intuición para recibir y acoger la invitación que los caballos me hacen. Esta ha sido una experiencia transformadora, no solo para mí sino también para quienes hacen coaching conmigo. Por eso, siendo testigo del poder transformador que la metodología de Kathy y los caballos tienen, le propuse viajar a Colombia y trabajar juntos con un grupo selecto de líderes y empresarios de la región.
Durante una sesión le pedí a una participante que creara un límite con el caballo, el cual se había acercado demasiado a ella, a tal punto que la cara del animal estaba casi pegada a la cara de la participante. “Mantén tu posición, sin retroceder, y canaliza la energía de tu cuerpo a través de tus brazos y manos para hacer retroceder al caballo, sin tocarlo”, le dije a la participante. Ella lo intentó varias veces, mostrando incluso vehemencia en los brazos, pero el caballo no se movió ni un centímetro. Siendo maestro de vida, el caballo quiso enseñarle algo importante; que el liderazgo tiene poco que ver con el control y la fuerza, porque es más una disposición interior. “¿Cuánto estás convencida de que eres capaz de hacer retroceder a este caballo?”, le pregunté a la participante. Ella me miró y con su expresión me transmitió toda su duda. “Muy poco”, me dijo con sinceridad. A través de un proceso de coaching la ayudé a generar en su interior esta convicción y después a manifestarla con un gesto asertivo hacia el caballo. Fue suficiente un gesto claro y gentil de sus manos, para que el caballo retrocediera un paso. Esta líder me miró maravillada. Vi unas lagrimas salir de sus ojos, agradecida por lo que el caballo le acababa de enseñar: que la claridad de la intención y la creencia en la posibilidad de un resultado deseado determinan su realización.
En la noche, durante la comida, compartí el episodio con el amigo que nos hospedó. “Eso es relevante no solo a nivel personal. Eso aplica también para el cambio de una sociedad, ¿Cuánto, de verdad, creemos que podemos transformar a Colombia? Si no estamos convencidos de que es posible, ¿cómo lo podemos realizar?”, me dijo. ¿Será entonces que algo en lo cual hay que trabajar entre todos es desarrollar la fe y creencia colectiva de que sí es posible transformar a Medellín de una vez por todas?.