Decir que un día es santo, que una semana es santa, despierta en quien lo dice la curiosidad de saber porqué los llamamos santos, teniendo así una presencia especial en nuestra vida. Además, si llamo santas a realidades relacionadas con el tiempo, lo mismo puedo hacer con realidades referentes al espacio, mi casa y mi carro son santos.
Recordar a mi madre difunta diciendo que era una santa, es hacerle el máximo honor, un honor que me llena de felicidad en cuerpo y alma. Realmente mi madre fue el instrumento prodigioso de que el Creador se sirvió para darme la existencia, y así, al llamarla santa, la estoy poniendo en la atmósfera divina.
Mis obras buenas no me hacen santo, como lo pensaba. En realidad mis obras buenas manifiestan mi santidad. En todo sentimiento, pensamiento, palabra y obra buenos que realizo, estoy secundando la acción de Dios en mí, manifestando así que soy agente del Creador, que es el que me hace santo.
Cuando llamamos santo a Dios estamos desplegando una sensibilidad de gran sutileza en percibir lo imperceptible, ver lo invisible, escuchar lo inaudible, tocar lo intangible que es nuestro Creador, y de esta forma nos hacemos divinos, partícipes de su condición divina.
Para San Juan de la Cruz, todas nuestras obras “no son nada delante de Dios”, pues con ellas no podemos cumplir su deseo, “el cual sólo es de engrandecer al alma” y la engrandece igualándola consigo por amor, “porque la propiedad del amor es igualar al que ama con la cosa amada”. Cuanto más nos disponemos orando y haciendo el bien, más nos iguala consigo el Creador.
Estamos viviendo un momento inimaginable en la historia de la humanidad. Necesitamos organizar la vida cotidiana para defendernos de un enemigo invisible capaz de llegar a toda persona. Este ataque debe despertar en nosotros un profundo sentido de solidaridad, pues nuestro comportamiento determina el modo de defendernos.
Así como este enemigo nos está llevando a tomar conciencia de la pequeñez de nuestra grandeza, nosotros, tenemos la tarea de demostrarle con nuestros sentimientos, pensamientos, palabras y obras la grandeza de nuestra pequeñez cultivándonos con esmero en cuerpo y alma. Así le correspondemos a nuestro Creador que nos está creando como instrumento suyo para dignificar, humanizar y aun divinizar la creación entera.
Recordaremos siempre el año 2020 porque un agente invisible, llamado coronavirus, entabló una guerra a muerte con toda la humanidad, valiéndose del avance vertiginoso de los medios de comunicación. Respondamos a este ataque celebrando amorosísimamente la pasión, muerte y resurrección de nuestro Salvador.