Parece que cada día se hace más popular el hacer tonterías. En este rebusque diario que implica para tantas personas el vivir en la ciudad, muchos jóvenes han decidido volverse influencers y generar contenido en las redes sociales. Pero como el mercado ya está saturado, hay algunos que recurren a extremos sin medir las consecuencias de lo que sus ocurrencias, en pos de conseguir más seguidores, pueden generar.
Lo que sucedió esta semana en el metro es de una irresponsabilidad suprema y ejemplifica a la perfección la bobería en la que están cayendo algunos. Bajo la disculpa de hacer un “experimento social”, tres graciosos generaron una estampida que sembró el pánico y que pudo haber tenido graves consecuencias.
Y como no han sido los únicos, empieza a ser inquietante el subirse a un medio de transporte masivo como nuestro querido metro porque uno ya no sabe si se va a encontrar con el faquir, el culebrero o la Llorona, con el que decidió hacer la siesta colgando una hamaca, cantar rancheras a pleno pulmón o dejar abandonado un cochecito de bebé “por ver cómo reacciona la gente”.
Si están tan desesperados por grabarse haciendo cualquier bobada, desde reventarse un grano hasta mostrar cómo roncan por la noche (sí, parece que eso también genera seguidores), háganlo en la tranquilidad de sus casas o en un espacio abierto donde ni incomoden ni pongan en peligro a los demás.
El metro lo usamos quienes queremos facilitarnos el traslado de un lugar a otro de la ciudad con rapidez y seguridad. Por favor evítennos a quienes no estamos buscando influir en nadie ni pretendemos tener un solo clic que podamos transitar sin tanto agobio añadido.