Las Empresas Públicas de Medellín nacieron hace unos sesenta y cinco años. Crecieron por el buen manejo y apoyadas por todos los antioqueños y sus empresarios. Han crecido sin el apoyo del gobierno nacional. Más bien han recibido su desprecio. Así lo dijo Juanpa –como le gusta que le digamos– frente a la contingencia natural en las obras de Hidroituango en el 2018, al afirmar que ese no era su problema, que era un problema de Antioquia, nada nos quiere el expresidente, ni nos quiso su gobierno.
Ahora el extraño alcalde que nos eligieron pretende echarle la culpa de todo lo que sucede al empresariado antioqueño. Que se han aprovechado de nuestras Empresas Públicas, que se han beneficiado de ellas, que las han llevado a la ruina. Todo esto falso, como ha sido toda su administración. Ni se han aprovechado, ni se han beneficiado ni lo pretenden ni lo han pretendido. Lo sé bien, fui presidente de su junta por cinco años, nunca recibí una sola insinuación de los empresarios antioqueños. Esa visión de Quintero es pura alucinación producto de su odio por la región que lo vio nacer.
En mis cinco años en la Alcaldía (un primer periodo de dos años, luego un segundo de tres años) y en los años anteriores, el Municipio no se lucró tanto de las utilidades de las empresas como ahora ocurre. Las dejamos progresar, las dejamos desarrollarse, las apoyamos, lo que son ahora, es producto de su buen manejo. Que no nos venga Quintero a decir que van hacia la ruina, que no prepare a la opinión con sus comentarios mentirosos, para que piensen que el fracaso al que nos lleva es producto de gobiernos anteriores y no de su desconocimiento y de su deseo de acabar con todo lo positivo que encontró al llegar a la ciudad que no conocía. Alcalde, falta que le hace el conocimiento y la lealtad con la ciudad que lo vio nacer. Falta que le hace haber vivido en ella, falta que le hace conocer a su gente y a sus dirigentes.
Otra cosa: los mamertos, no sé si el alcalde llegará a serlo, salen con unas teorías para defender a los guerrilleros asesinos, secuestradores, violadores de menores, narcotraficantes, que no se le ocurren a nadie más. Dicen ahora que la muerte de unos menores que habían sido secuestrados y los tenían en un campamento guerrillero que fue bombardeado por las fuerzas del Estado, es culpa de nuestros militares que cumplían con su deber.
Un secuestrador es responsable de lo que ocurra con su víctima desde el momento del secuestro hasta el desenlace final. Si lo matan, culpa del secuestrador. Si lo rescatan, culpa del secuestrador. Cualquier cosa que pase es culpa de quien lo tenía retenido ilegalmente.
No me imagino lo ridículo que sería la acción del jefe de nuestras Fuerzas Militares, llamando al campamento que está en la mira para bombardear y le pregunte al jefe del campamento si tienen menores secuestrados o en sus filas, “pues pensamos bombardearlos mañana a las tres de la tarde y no queremos que esos menores sean víctimas del bombardeo”.
¿A los mamertos no les parecería ridículo?