Por ana cristina restrepo j.
“Nací libre y en alguna parte se me olvidó”, lamenta Lucía, la muerta que narra Hilos, las memorias en tres actos de una mujer que siendo una veinteañera de clase alta se casa con un acaudalado empresario, trece años mayor que ella. La escritura funge de ritual funerario: a los cincuenta, la protagonista decide divorciarse de Manuel, a quien llama “El Difunto”, un hombre aniquilado por sus palabras y silencios.
Lucía es solo una entre “un manojo de mujeres enlazadas en un nudo del mismo hilo, muy difícil de romper”: es la violencia doméstica, cuyo silencio en las clases privilegiadas se asemeja al de los sepulcros.
Hilos es la ópera prima de Luz María Arango Uribe, escritora antioqueña residente en Madrid, formada en Filosofía y Letras y Escrituras Creativas. Su novela es la madeja que muchas mujeres intentan desenredar y que atraviesa múltiples relaciones sociales (no solo de pareja), demostración de que ni el machismo pertenece al pasado ni la violencia intrafamiliar es exclusiva de “estratos bajos”.
Las tragedias de vivir con un hombre “blanco”, rico —y de comportamientos violentos, pero socialmente avalados— y de perder al padre que protegía a la protagonista de esa violencia, están enmarcadas por un entorno geográfico y cultural cercano: “Crecí en una ciudad con creencias en las que yo no creía. No tener tetas y culo grande es el significado de la palabra infortunio, y ser fea es como un virus contagioso y mortal. Pero eso sí, a la hora de pichar, cualquiera sirve. Una ciudad con creencias de machos que gobiernan el destino de mujeres silenciadas por gritos, hambre e ignorancia”.
¿Ficción o realidad? Lucía es el resultado de un proceso de domesticación cultural en el cual el silencio se convierte en el último refugio del miedo, del aburrimiento y de las apariencias: “En mi ciudad los machos hablan de amor con palabras que no saben a nada. Una ciudad regada con semen que se exprime una y otra vez hasta que deja de saber”.
Ella es una de tantas muertas cuya realidad, vista desde afuera, está perfectamente ordenada a pesar de sus miedos atávicos: vivir sin un hombre, quedarse solas, envejecer, perder privilegios (el nivel de vida, el prestigio, el club...), hacer sufrir a los hijos.
Esta novela breve es una crítica cruda al patriarcado y a la permisividad que le asegura su supervivencia: la educación religiosa, los productos culturales que ensalzan el amor sufrido, la idealización de la maternidad, el respeto reverencial a la territorialidad del macho (“le encantaba distraerse con tierras, silencios, aguardiente, vacas y mujeres”). Además de una historia singular y a la vez colectiva, el gran valor está en su forma: “Ser loca en mi ciudad significa cambiar el lenguaje”. Hilos es un tejido de listas de autodefiniciones, de cosas, de verbos prohibidos (“pichar”, “follar”, “chingar”, “copular”, “fornicar”). De reclamos. De amantes. De verdades de “mujer desagradecida”.
Más que una voz, este es el grito narrativo de quien se siente como una perra parida en una biblioteca de una casa de barrio de estrato seis o una muñeca tirada en la basura. Historias como la de Lucía solo pueden escribirse con las vísceras y en libertad... aunque a veces parezca olvidada.
Luz María Arango U., Hilos. Medellín, Frailejón Editores, 2021