Por Norvey Echeverry Orozco
Universidad de Antioquia
Comunicación Social, semestre 7
norvey.echeverry@udea.edu.co
Siempre hay amigos, por más ocupado que uno se encuentre, que lo están esperando en una repisa o en un escritorio. Se la llevan bien con el silencio, algunos otros con el olvido y unos más con la vejez. Tienen la piel de diferente color: amarilla, negra, roja, gris; otros azul, rosada, café y verde. A pesar de todas las diferencias, de los errores que puedan tener, no se pelean, no se dicen nada: conviven juntos en el mismo lugar.
Los libros son la mejor compañía que puede tener, después de los perros, un hombre. Ellos conocen miles de casas, parques y apartamentos, pues, cada vez que salen a pasear de las bibliotecas públicas descubren más la ciudad. Son testigos de las ojeras que tienen los estudiantes y de algunos madrazos que dicen los lectores cuando están en desacuerdo con el autor. Han visto lágrimas del sensible que no esperaba la muerte del personaje principal y también han guardado dentro de sus páginas, como separador, la cedula de ciudadanía, la factura de una compraventa o, en casos más extremos, el ingreso a un hospital de tu pareja que está a punto de tener a tu primer hijo –esa fue la última boleta que encontré. Imaginaba a ese hombre leyendo a Germán Castro Caycedo, mientras su mujer se movía en la sala de partos como un pez fuera del agua.
Los libros son los mejores, porque para estar con ellos solo se necesita del silencio y de una buena luz. Y también son lo mejor, porque la televisión está invadida por programas sin mayor contenido que el de las risas que generan chistes paupérrimos y las toneladas de silicona que exhiben a diario las mujeres “más deseadas del país”, ¿qué tiene de deseada e interesante una mujer que no lee?
Cuando se abre un libro las palabras sueñan, hablan, gritan; la esperanza de mejorar el mundo renace (al saber que después de la muerte de un árbol hay tanta existencia), en los libros están escritos los desamores, las angustias y los dolores del escritor que parió esa obra.
Los libros son los mejores compañeros que un ser humano puede tener, con total confianza, bajo el brazo, sin tener esa angustia insegura de los tiempos actuales a ser cambiado de primera por cualquier aparecido. Los libros, cuando se tienen como amigos, ayudan a llevar mejor este mundo de apariencias y desencantos.
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