Suelen decir que el futbol es tan poderoso que ocasionó en 1.969 una guerra entre Honduras y El Salvador en las eliminatorias al Mundial de México. Pero como es frecuente, olvidan o desconocen que: coincidencia no significa obligatoriamente correlación y correlación no necesariamente es causalidad. Décadas anteriores, miles de salvadoreños habían migrado a Honduras y desde 1.960 este gobierno empezó a expulsarlos y “reclamar” sus tierras. Para las eliminatorias los ánimos estaban tan calientes que las derrotas alternadas de ambos equipos fueron la supuesta causa de una “guerra subdesarrollada” de 4 días de duración.
La semana anterior dije que es muy peligroso confundir síntomas con causas y más aún si no se identifican las causas correctas, especialmente cuando producen síntomas similares.
Los protestas que iniciaron a finales de abril, esperables dadas las dificultades de los ciudadanos agravadas por la pandemia, y porque estamos en democracia en donde la protesta no es delito, como sí lo es en los países que alimentan y guían a los terroristas de “primera línea”, fueron aprovechadas por ciertos actores visibles, y los que están detrás del telón pagando el paro y los bloqueos, para camuflar sus verdaderas intenciones: derrocar al gobierno, o si no sucedía, desestabilizar al país gravemente para que en un ambiente de desasosiego y hambre, ganar en 2.022 las elecciones perdidas en 2.018.
Los promotores y defensores de estas acciones delictivas, entrenados en la lucha revolucionaria comunista y utilizando la modalidad de “guerra híbrida” en la que en asocio con organizaciones criminales locales y trasnacionales se combinan todas formas de lucha, incluyendo aterrorizar y alterar el sentimiento de los ciudadanos por los medios de comunicación; intentan “legitimar” sus actos delictivos con la retórica tradicional enseñada en universidades y colegios de las “causas objetivas de la violencia”, según la cual las limitadas condiciones económicas de la población justifican la violencia, incluso en dosis “pequeñas o temporales”.
Este discurso vuelto paradigma social y amplificado por algunos medios de comunicación que se prestan para propalar estas falsas causalidades, repite que todo está justificado porque la pandemia agravó las condiciones de empleo y de ingresos.
Por limitaciones de espacio menciono solo dos ejemplos de estas mentiras que quieren que nos traguemos. Si la pobreza fuera de verdad la causa, ¿por qué los bloqueos y acciones criminales no se dieron en el Chocó y sí en el Valle del Cauca, que tenía una pobreza previa a la pandemia menor a la del promedio nacional? ¿O será porque Cali está a menos de 40 kilómetros de sembrados y laboratorios de coca que aspiran tener menos vigilancia de la fuerza pública? Si el aumento del desempleo fuese de verdad la causa justificadora del vandalismo, entonces no debería ser Colombia el país que se incendió sino Panamá, que de 2019 a 2.020 vio crecer el desempleo 2.6 veces mientras en Colombia creció 1.5 veces.
No les coma cuento a los bandidos y ¡Ojo con el 22!