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Los retos de Gabriel Boric

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Por Julie Turkewitz, Pascale Bonnefoy y John Bartlett

Gabriel Boric saltó a la fama en Chile hace diez años como un estudiante de cabello largo que lideraba manifestaciones masivas por una educación pública gratuita y de calidad. Este año se postuló para la presidencia con un programa en el que exigía un trato justo para más chilenos, así como incrementar las protecciones sociales para los pobres y aplicarles mayores impuestos a los ricos.

Ahora, después de haber ganado la presidencia —con más votos que cualquier otro candidato en la historia—, Boric está listo para supervisar lo que podría ser la transformación más profunda de la sociedad chilena en décadas.

No solo quiere enterrar el legado de la dictadura del general Augusto Pinochet reformando el modelo económico conservador que el país heredó al final de su mandato en 1990. El gobierno de Boric también supervisará las etapas finales de la redacción de una nueva Constitución para remplazar la Carta Magna de la era de la dictadura que sigue definiendo a la nación.

Además, está su personalidad: elegido a los 35 años, Boric será el presidente más joven en la historia del país cuando asuma el cargo en marzo. Nunca terminó la carrera de abogado porque las protestas se interpusieron. Habla de manera abierta sobre su trastorno obsesivo compulsivo. Y escandalizó a la política tradicional chilena al presentarse en su primer día como diputado en 2014 con una gabardina beige y sin corbata.

Para muchos chilenos, la victoria de Boric es la institucionalización natural del lamento generacional que ha resonado en todo el país durante al menos una década. Es visto como la voz de una generación que está dispuesta a romper con el pasado y que ha salido a las calles por decenas e incluso cientos de miles para reclamar un país más igualitario e inclusivo.

Boric es hijo de la democracia chilena. En muchos sentidos, su elección fue un rechazo total al dictador y lo que significaba para el país.

Nació en Punta Arenas, en la Patagonia, el 11 de febrero de 1986. Tiene dos hermanos menores y proviene de una familia de clase media de origen croata, descendientes de inmigrantes que llegaron a fines del siglo XIX. Su padre y su abuelo trabajaron en la industria petrolera en la provincia de Magallanes.

Boric estudió en una escuela privada británica local, donde el gobierno de Pinochet se debatía abiertamente, lo que no sucedía en muchas partes de Chile.

El dirigente afirma que cuando era un estudiante de secundaria en Punta Arenas comenzó a leer sobre los líderes revolucionarios y los procesos políticos. Fue un esfuerzo solitario: no tenía un grupo con el que pudiera hablar de política.

En 2004, se trasladó a Santiago, la capital, para estudiar derecho. Completó sus estudios en 2009, pero reprobó una parte del examen final y pronto se vio envuelto en el activismo estudiantil y la política. Nunca regresó a clases.

En 2011, cuando los manifestantes salieron a las calles para exigir una mejor educación pública, se postuló para la presidencia de la federación de estudiantes de la Universidad de Chile y ganó, convirtiéndose en uno de los líderes clave del movimiento.

A partir de ese momento, se dedicó al trabajo político y se convirtió en uno de los cuatro líderes de las protestas estudiantiles que fueron elegidos para el Congreso en 2014.

Durante 30 años, dos coaliciones se han alternado el poder en Chile, pero Boric no está alineado con ninguna.

Boric ganó las elecciones del domingo con el 55 % de los votos, 11 puntos por delante de Kast, lo que le otorga un fuerte respaldo popular para restructurar el país a la luz de sus promesas.

Entre otras cosas, el dirigente ha propuesto cambiar el sistema de pensiones privado a uno público, perdonar las deudas estudiantiles, aumentar la inversión en educación y salud pública y crear un sistema de atención que aliviaría la carga de las mujeres que realizan la mayor parte del trabajo de cuidar a los niños, los parientes mayores y otras personas. También ha prometido restaurar el territorio de las comunidades indígenas y apoyar el acceso irrestricto al aborto.

Sin embargo, en el camino de la transformación que ha prometido se interponen grandes obstáculos.

Boric enfrentará una economía afectada por la pandemia, un Congreso dividido y las altas expectativas de los votantes: los de la izquierda, que lo apoyaron en la primera vuelta de las elecciones presidenciales, y los del centro, que lo apoyaron en la segunda vuelta, cuando su retórica se volvió más moderada.

En palabras de José Miguel Vivanco, director de la división de las Américas de Human Rights Watch (quien también es chileno), Boric “será juzgado en función de si tiene la capacidad para cumplir” 

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