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Agostinho J. Almeida
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Agostinho J. Almeida

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Memoria, ese ser tan raro y tan bonito...

Por Agostinho J. Almeida

@Agos_Almeida

La memoria, su proceso, fisiología y anatomía siempre me han cautivado. Desde la forma en que nos permite aprender o su influencia en quiénes somos hasta su mecanismo neuronal electroquímico subyacente, es sin duda uno de los temas más fascinantes de las ciencias naturales y sociales. En una definición muy simple del proceso biológico, la memoria puede representarse como la facultad que tiene nuestro cerebro para codificar, almacenar y recuperar datos cuando sea necesario. Como sistema que involucra diferentes componentes fisiológicos y anatómicos, depende de la capacidad que tenemos para recibir señales y procesarlas para formar lo que comúnmente se designa de memoria a corto plazo y memoria a largo plazo. Cosas como aprender idiomas, deportes u otras actividades, pero también la personalidad y la capacidad de uno para conectarse a la realidad y crear relaciones.

Una de las cosas que me intriga es la influencia que puede tener en diferentes momentos de nuestras vidas. Cuando era pequeño, mi generación (y muchas otras) se enfrentó al terror de tener que memorizar datos para tener éxito en la escuela y la universidad. A pesar de que el mensaje de los maestros era sobre la importancia de adquirir conocimientos, el sistema de calificación se basaba en gran medida en la capacidad de memorizar todo lo posible y, sí, uno siempre miraba con envidia a compañeros que lograban memorizar todo fácilmente de forma misteriosa. Mis propias calificaciones subieron una vez que descubrí que el truco consistía en exprimir esa capacidad mnemónica del cerebro en recordar patrones y datos. Y más tarde, como profesor universitario, muchas veces traté de cambiar el sistema de calificaciones para evaluar a los estudiantes en la capacidad de aprender y usar el conocimiento, pero curiosamente, muchos de ellos no reaccionaron bien a un sistema que no entendían o que consideraban injusto; pero ese es un debate para otro momento.

Como seres humanos llenos de emociones y relaciones complejas, la memoria es un actor que puede tener tanto de héroe como de villano. Todos hemos sufrido a la mano de ese ser tan salvador pero injusto, tan útil pero complejo, tan prodigioso pero negligente. Y la parte fascinante, es la forma como nos define, como memorias incluso borrosas e inconexas nos amarran a conceptos y formas aun cuando no queremos y luchamos contra ellas. El recuerdo y nostalgia asociados a personas, lugares u olores hacen parte de nosotros; dolorosos o no, es muy difícil uno huir de su propia memoria. Según el escritor argentino Jorge Luis Borges "somos nuestra memoria, somos ese quimérico museo de formas inconstantes, ese montón de espejos rotos”. Yo prefiero abrazar la memoria como un amigo del alma que uno ama y necesita aún con todas sus falencias porque sin la memoria nos podemos ver reducidos a un estado de triste vacío, a una vida sin sentido. Sí, porque unos de los placeres y ejes de la vida y que nos motiva como seres humanos es el poder hacer parte de la memoria de los demás para no arriesgarnos a caer en el olvido para siempre... eso sí, ojalá por buenos y bonitos motivos

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