Los puntos de contacto entre las personas son infinitos e impredecibles. Los enemigos a muerte suelen ser ciegos a la parte de cada uno que acecha en el otro. De súbito, un rayo alumbra y los acuchillados se abrazan.
El motivo principal de la repugnancia no es el único lazo, en este caso perverso, que hace hervir la sangre detrás de la bala homicida. Eso lo vio diáfano Joseph Conrad al narrar en “El duelo”, la larguísima contienda entre dos oficiales de húsares de distintos regimientos, durante las guerras napoleónicas.
Ninguno murió en el desafío. En el último lance, con pistolas todavía humeantes, uno de ellos informa que la disputa ha quedado completamente zanjada. “¿Reconciliación?”, le preguntan. “No exactamente. Es algo que nos une mucho más”, responde. Y aclara que su cuestión de honor “comenzó misteriosamente, siguió misteriosamente y parece ser que acabará misteriosamente”.
El domingo pasado Tatiana Pardo Ibarra, periodista de El Tiempo, publicó la historia de “El biólogo que observa aves con los hombres que lo secuestraron”. En 2004 Diego Calderón, todavía estudiante de la de Antioquia, llevaba siete horas cabalgando por la serranía del Perijá en busca de animalitos y se topó con guerrilleros de las Farc.
Creyeron que los exploradores eran inteligencia militar o paramilitares: “qué desconfianza tan brava”. El secuestro duró tres meses. Quince años después, Calderón participó en una expedición científica de tres semanas en bosques de Anorí con cincuenta investigadores, entre ellos diez excombatientes de las Farc... sus antiguos captores.
He aquí su comentario posterior: “son igualitos a vos y a mí... con ganas de que les paremos bolas y nos tratemos de tú a tú, de que aprendamos de ellos y les enseñemos también... Esos colombianos no pueden ni deben ni merecen seguir siendo lejanos.”
¿Qué los unió? Pájaros, cucarrones, ratones, lagartos, las especies nuevas del bosque húmedo tropical. Los exguerrilleros los hicieron sus amigos durante años azarosos, los biólogos los estudian como pasión de sus vidas. “La naturaleza es puente perfecto que favorece las relaciones interpersonales”, reflexiona el biólogo.
Los duelistas de Napoleón y los enemigos de nuestro conflicto misteriosamente encontraron algo que los une misteriosamente mucho más que los misteriosos resortes de la guerra.