Colombia se ha caracterizado por ser un país de gran optimismo, soñamos con un mejor futuro, nos obsesionamos en tener las mejores prácticas a nivel mundial, diseñamos los mejores planes estratégicos, pero en el momento de la verdad, en muchos casos, no concretamos, como se dice de manera coloquial, nos quedamos sin ser capaces de sacarla del estadio.
Veamos algunos ejemplos. Armamos el plan más ambicioso de vías de Cuarta Generación en la región, para salir del atraso acumulado por años en infraestructura, y hoy vemos cómo la corrupción tiene a medio camino estas estratégicas autopistas. Firmamos el mejor proceso de paz de la historia y nos ha costado su implementación. Hemos querido formalizar miles de empresas que hoy no pagan impuestos, sus empleos son informales pero la reducción de trámites y la carga impositiva siguen siendo el talón de Aquiles para salir de la informalidad. En suma, tenemos grandes ideas, excelentes benchmarks, muy buenas puestas en marcha, pero nos cuesta finalizar y cerrar las apuestas que planeamos.
A decir verdad, en donde más sucede e impacta de manera negativa para el país este tilín, tilín es en la Ciencia, la tecnología y la innovación. Lo anterior, porque a pesar de las recomendaciones y debates, ahora incluso con ministerio a bordo, y de que mucha gente talentosa insiste en que este es el camino más potente para que Colombia progrese, otra vez volvemos a estar amenazados en materia presupuestal. No logramos salir de la entelequia burocrática de los informes técnicos, las innumerables mesas de trabajo y a pesar de ello pasamos de tener la mayor inversión en actividades de ciencia y tecnología de 0,75 % del PIB en el año 2013 a la lánguida cifra de 0,61 % en 2018 según el último informe del Observatorio de CTi en Colombia. Hemos invertido la mayor parte del presupuesto de Colciencias formando talento y hoy día no tenemos los presupuestos para que estos puedan desatar todo ese conocimiento para cerrar brechas y generar desarrollo en nuestro país. Todo esto es como hacer el esfuerzo de comprar un carro último modelo pero no tener la plata para echarle gasolina y dejarlo parqueado.
El problema de Colombia no es de talento, ni de capacidades, ni mucho menos de buenas intenciones, claramente es de regulación, orden y presupuestos, siendo este último crucial. La pregunta es ¿cómo aumentar el presupuesto de la Nación? Con más impuestos es literalmente imposible, formalizando la mitad del aparato productivo que hoy es informal toma mucho tiempo, y nuestra capacidad de endeudamiento es limitada. Bajo este escenario nos quedan las regalías. El año pasado el país recaudó regalías por $6 billones del petróleo y la minería. La cifra puede crecer ostensiblemente si desatamos la estrategia minero-energética planteada por el presidente Duque. Tenemos una gran oportunidad de potenciar nuestra Nación, de mejorar los recursos para la salud, educación, vías, seguridad e igualmente para la Ciencia y la Tecnología. Hoy esta vía la utilizan Canadá, Chile, Australia, Estados Unidos entre otros. Colombia no puede enterrar esta oportunidad histórica por pensamientos extremistas, intereses particulares o lo que es peor, por desconocimiento de cómo hoy se hace minería legal que favorece el desarrollo sostenible.
* Gerente de Asuntos Corporativos de AngloGold Ashanti Colombia.