Hace casi cuatro décadas se abrió el debate sobre la caducidad del aeropuerto Olaya Herrera. Avanzaban las obras del José María Córdova y arquitectos, urbanistas y otros especialistas agitaban la idea de cerrar el aeropuerto local y proponían diversos usos para el terreno que quedaría libre. Ha llegado la hora de reabrir la discusión. Son varios los motivos para hacerlo.
Las regiones están más cerca. Los proyectos de infraestructura vial realizados en el departamento y el país han acercado las regiones; la finalización de las autopistas de la prosperidad lo harán aún más. Algunos aeropuertos municipales como Andes y Urrao han dejado de funcionar. Turbo y Chigorodó no tienen servicio regular de pasajeros, según Aerocivil. El aeropuerto José María Córdova también está más cerca. La ampliación de Las Palmas y la pronta apertura del túnel de Oriente representan un acortamiento significativo de distancias entre Medellín y Sajonia.
El aeropuerto Olaya Herrera se ha vuelto disfuncional. Sus vuelos son irregulares debido a las condiciones climáticas y ambientales de Medellín. Desconozco las cifras exactas, pero la cancelación de vuelos entre marzo y abril fue notable. Los principales operadores del aeropuerto son caros y poco confiables, empezando por Satena. El aeropuerto no ha mejorado sus condiciones de seguridad y representa una carga ambiental innecesaria para la ciudad.
Medellín y el valle de Aburrá tienen enormes déficits de espacio público, áreas recreativas y zonas verdes. El problema de espacio público en la región metropolitana es mayúsculo. Ningún municipio llega siquiera al 35 % del indicador mínimo sugerido por la Organización Mundial de la Salud, que es de 15 metros cuadrados (“Sí, nos falta espacio”, El Colombiano, 01.10.18). Los problemas ambientales generados por la polución del aire crecen y cada emergencia se torna un poco más aguda que la anterior. Las medidas de mitigación no bastan. Con el trazado de las 4G se perdió una oportunidad de sacar el transporte nacional del centro de la ciudad.
Las demandas ciudadanas en términos de calidad del aire y protección del medio ambiente no encuentran todavía respuestas contundentes, a pesar de los esfuerzos del Área Metropolitana. Los administradores públicos no la tienen fácil por la escasez de tierra urbana, el alto costo de intervenciones estratégicas y los problemas de acción colectiva derivados de la inconsciencia de algunos gremios, como el comercial.
Con el aeropuerto Olaya Herrera convertido en un activo superfluo respecto a las necesidades y oneroso respecto a los costos se presenta una oportunidad para la dirigencia local y para los habitantes de la ciudad. Medellín y el valle de Aburrá necesitan un gran parque y los terrenos del Olaya estarían a disposición. Crear una zona protegida y de restauración ecológica de dimensiones apreciables. Además, con su bonita terminal convertida en museo del transporte o de la música popular. Es el momento, faltan los líderes.