Hablemos de las redes sociales y lo que representaron para los dos candidatos que pasaron a segunda vuelta presidencial, quienes las usaron hasta la saciedad.
Digamos que, según sus campañas, el propósito inicial para usarlas con tanto interés ha sido crear una conexión emocional con nuevas audiencias, con los jóvenes. Eso suena hermoso en términos de marketing político.
Pero la cosa tiene otra cara: La del entrampamiento de la política.
Las redes nos tragaron, así de simple. Luego de la primera vuelta, una amiga, dando su punto de vista, dijo: “Aquí ganó el fenómeno Cambridge Analytica”.
Tiene razón.
Rodolfo Hernández, pegado de TikTok, se le metió a la gente entre ceja y ceja, especialmente a los jóvenes, a punta de champetas, montajes divertidos y poses de sugar daddy, en fin. El viejito de TikTok. Incluso, él mismo en su perfil de Twitter se denomina el Rey del TikTok. Ahí hizo su campaña. ¡Qué mejor forma de evitar la discusión programática y esconder la falta de inteligencia emocional!
El otro, Gustavo Petro, con su Twitter, donde incendia como ningún otro sembrando su posverdad y convirtiendo este espacio virtual en un reino de beligerancia y polarización, incitó la rabia y el radicalismo. ¿Cuánto no se habla de las bodegas petristas, tropas de autómatas dedicados a postear y repostear hasta la saciedad mensajes que atacan a todo lo que no huela a izquierda?
Esto recuerda lo que pasó en la época de Donald Trump en los Estados Unidos, quien a punta de memes y posts contra Hillary Clinton y Joe Biden terminó montado en el poder.
En la cultura de internet a esto lo llaman memética política, shitposting, doomposting, en fin, dinámicas perversas en entornos digitales que, con el menor esfuerzo posible, enganchan emociones sin importar las consecuencias. Lo importante es crear algo que en el fondo siembre indignación y miedo en quienes reciben la información, desviando, sin medir consecuencias, cualquier decantación razonable de lo que sirve y no sirve.
La fórmula histórica del fin justificando los medios.
Piense en la forma incendiaria que trae consigo un trino de Petro. No hay que decir mucho más.
¿Qué tanto le aporta esto al verdadero debate político e ideológico, a la democracia? Muy poco. Se trata de un reduccionismo que tiende a polarizar con la desinformación circulante. Por consiguiente, propuestas y programas se van al carajo. Eso es un fast-track hacia un juego manipulador que se sopesa sobre bases populistas.
Lo cierto es que entre los dos, el uno divirtiendo y el otro incendiando, nos tragaron las redes sociales y en ellos está puesto el futuro político del país. Eso ya dice mucho de lo mal que estamos en materia de debate político y la facilidad con la que se influye sin consideraciones a las personas por la simple razón de que son ellas las que ponen los votos