Por María Bibiana Botero*
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La forma de hacer los negocios, la ética, el sentido de propósito y de pertenencia, la capacidad de trabajo, el compromiso, la conciencia del beneficio para el ecosistema ha sido el ADN que el empresariado antioqueño y las empresas que aquí se han creado y consolidado le han dejado al país. Eso no se puede ni se debe perder y, por el contrario, es algo que debemos proteger entre todos, porque entre todos lo hemos construido.
El Aeropuerto José María Córdova, Cornare, el Centro de Ciencia y Tecnología de Antioquia (CTA), el Metro de Medellín, el Parque Explora, el Programa Buen Comienzo, el Centro Cultural de Moravia, Ruta N y los parques educativos son apenas algunos de los proyectos en los que el empresariado antioqueño (junto con gobiernos locales y regionales, academia y tercer sector) participó de manera decidida para que su realización fuera posible.
La convicción del fortalecimiento institucional como mecanismo social idóneo ha sido una de las características distintivas de nuestro empresariado y un factor determinante para el desarrollo de nuestra región. Los valores y el liderazgo público de muchos empresarios han sido su sello y uno de los principios rectores de organizaciones como Proantioquia, una fundación que desde su nacimiento en 1975 ha buscado la consolidación de un accionar empresarial acorde con las agendas de desarrollo de la región y del país.
Por eso hoy desde Proantioquia hacemos un llamado a preservar la esencia, los valores, lo construido. Entendido no como un tema de regionalismo, sino como un legado que se le ha dejado al país, a otras regiones, a otros líderes y a cientos de emprendedores que serán los grandes empresarios del futuro. Un llamado a mirar hacia adelante y entender el nuevo entorno, pero sin perder la esencia.
Antioquia cuenta con un tejido y un liderazgo empresarial que ha trabajado de forma continua por crear valor económico sin olvidarse de crear valor social para la región y para el país. Cuando todavía no se hablaba en Colombia de valor compartido, ni de capitalismo consciente, ni de responsabilidad social empresarial o triple impacto, los empresarios antioqueños de su momento (y las generaciones de bogotanos, caleños y de todas las regiones que trabajaron en sus compañías) entendieron que no bastaba con ser administradores de las empresas, ni únicamente generar utilidades: era necesario liderar iniciativas por el progreso mediante una forma responsable de hacer empresa.
Nuestro empresariado ha sido pionero en la internacionalización y conquista de nuevos mercados. Esta consciencia de crecimiento sostenible y expansión, sin perder su arraigo a estas tierras, ni olvidar que hacen parte de un entorno mayor, ha puesto a nuestras organizaciones en el centro de las decisiones empresariales y ha permitido dinamizar la economía del país, mediante la generación de empleo, el fortalecimiento de proveedores, la creación de nuevas capacidades que está requiriendo el mercado global y la nivelación de nuestra industria con los más altos estándares mundiales.
Hoy, cuando según el Consejo Privado de Competitividad el mayor reto que enfrentamos como país es recuperar la esperanza, necesitamos proteger la esencia. Necesitamos empresas comprometidas con generar riqueza y valores para que ayuden a resolver problemas públicos. Requerimos líderes empresariales conscientes de que son a su vez corresponsables de un entorno, preocupados por el cuidado de lo público. Líderes que sepan que deben trabajar con otros, construir a partir de la diferencia en pro de un mismo objetivo.
Abogamos por un modelo de negocio que construya sobre lo construido. Honre nuestra historia y avance reconociendo y preservando lo que ha funcionado bien. Un empresariado que se sienta parte de la solución de los problemas económicos y sociales y que no sea indiferente ni ajeno a las problemáticas que nos aquejan. Esta esencia empresarial es la que debe permanecer, fortalecerse y cuidarse en el tiempo. Esa esencia es nuestra esencia
* Presidenta ejecutiva
de Proantioquia.