Tras la muerte de Mahoma en el año 632, sus seguidores conquistaron a Arabia, Persia, el norte de África y España. Alejandría y otros centros con una alta tradición científica cayeron en manos del pueblo musulmán, que a pesar de ser en ese momento un pueblo no instruido, tuvo allí su primer contacto con la cultura griega, la cual respetaron y estudiaron con fervor, como lo señala el historiador de la Universidad de la Sorbona, Michel Serres, en su libro La Historia de las Ciencias. Rápidamente se convirtieron en grandes matemáticos, geómetras, astrónomos y médicos, alcanzando en los siglos IX y X la llamada edad de oro de la ciencia islámica, con sabios como el matemático al-Jwarizmi y con centros de pensamiento localizados en Bagdad, El Cairo,...