Todos los años empiezan con un muerto. Pero antes de que uno sepa quién será, uno baraja la lista de los afectos para tender un sortilegio. A pesar de eso, la muerte va llegando como tiene que llegar, sin previo aviso, caprichosa, juiciosa de su deber, porque la muy condenada no suele sacar vacaciones en enero, como muchos mortales.
En este instante me pregunto cuántos habrán fallecido hasta ahora cuando apenas llevamos cinco días del año. Me imagino que la cifra puede resultar aterradora. La ventaja es que a todos nos duelen distinto los muertos; por ejemplo a mí, a punto de terminarse el año, me llegó sin cuidado la muerte del creador de Bambi, pero el lunes 2 de enero sentí algo cuando me enteré de la muerte de John Berger, escritor predilecto...