Se necesita mucha desvergüenza para exaltar con tanto entusiasmo las bondades, no solo de uno de los más descoloridos triunfos de los que se tenga registro, sino también, del espectáculo electoral más magro y, a su vez, el más oneroso de la historia nacional.
Inmensa desfachatez la del señor Humberto de la Calle, atreverse a decir en su discurso triunfalista que “Hoy celebra el Partido Liberal y celebra el país porque tenemos una democracia que permite que la voz de las mujeres y los hombres de buena voluntad sea escuchada”, que “esto fue posible porque tenemos una democracia viva”, y que es indispensable “protegerla de la corrupción, del clientelismo, el cual asume los recursos públicos como terreno libre para ambiciones personales”.
En primer...