La mentira y la negación se apoderan del debate público sobre las atrocidades perpetradas en Colombia. La resistencia a la revelación de incómodos eventos era de esperarse, sobre todo en la medida en que los develamientos implican a poderes activos. Sin embargo, producto de los cambios políticos, los obstáculos al abordaje del pasado no son aislados ni esporádicos, sino que se consolida un ambiente abiertamente hostil al examen del pasado, y se evidencia una tendencia hacia la negación oficial.
No se esperaba que el reconocimiento de las atrocidades fuese un proceso pacífico. La contención política era previsible: de hecho, esa contención sobre lo acontecido dinamiza el proceso social que desata el reconocimiento de un pasado marcado por la...