Perdidas, en letra de edicto, aparecen en los periódicos las noticias sobre el mundo blanco y morocho del ajedrez. Escribo sobre el tema y los seis lectores que me quedan se asilan en el vecindario. Así que rendirle pleitesía al reloj del ajedrez es pasatiempo inofensivo. No importa: suficiente con un catecúmeno que reclute.
Ese reloj es de bajísimo perfil, como San José. Un ilustre N.N. El mágico cachivache juega dos partidas al tiempo, con blancas y negras, en una especie de tastás o yo con yo ajedrecístico.
Los relojes del ajedrez nacen con los mates contados. Terminada la partida, no participan en la orgía de todos contra todos dentro de la bolsa que alberga las piezas. Prefieren darse un relajado sabático.
Al principio, los jugadores apenas...