Terminé donde mi tío, el padre Nicanor Ochoa, y no hablando de fútbol ni de ídolos populares, sino de la eternidad, de la incertidumbre del más allá. “De la muerte nadie escapa,/ “ni el rey ni el rico ni el Papa”, rezaba el pareado de una saetilla monacal en las noches conventuales de Villa de Leyva. Y porque Italia también aparecía en nuestra conversación sobre el futbolista desaparecido, el viejo cura se mostró confidencial.
-Recuerdo, muchacho, que cuando estudié en Roma, en los atardeceres de...