Las columnas de opinión de estos días concentran su atención en Trump (que se pronuncia tromp), el flamante nuevo presidente trompón, trompero y tropero de Estados Unidos. Trump tronzará al país y tropeará a la población, como si de ganado se tratara. Con su demostrada tropelía, Trump tropellará a niños, mujeres y hombres; pero también tropezará.
No hablaré de Trump, pero sí de la resistencia del pueblo estadounidense al trompicadero que montó. Las palabras no son inventadas. Literalmente trompicar tiene tres acepciones que califican complementariamente al gobierno Trump: “1. Hacer a uno tropezar violentamente y repetidamente; 2. Promover a uno, sin el orden debido, al oficio que a otro pertenecía; y 3. Dar pasos tambaleantes, tumbos o vaivenes”...