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Juan José García Posada
Columnista

Juan José García Posada

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RETORNO A LA UTOPÍA DE LA UNIVERSIDAD

Por juan josé garcía posada

juanjogp@une.net.co

En la historia personal de cada cual están grabándose los sentimientos y emociones del retorno al trabajo, al estudio, a los tiempos y lugares que se extrañaron durante el castigo del encerramiento por la ferocidad del virus innombrable. La alegría del reencuentro ilumina la mayoría de los rostros, porque no faltan uno que otro que no alcanzaron a conjurar la amargura y cambian la celebración del saludo por el gesto antipático de eludirlo.

El día del regreso a la presunta libertad ha sido luminoso. Toda la Universidad parecía encantada en una atmósfera de fiesta. Por las aulas, los corredores y las cafeterías, por las oficinas y los parqueaderos se propagaba el bullicio jubiloso del descubrimiento de los amigos y contertulios redivivos, de los árboles y las cosas, de los jardines y el paisaje inmediatos, reales, no desfigurados por los artificios de la virtualidad.

Nunca antes había visto a tantos seres humanos mirando a los ojos a los interlocutores casuales como si hubieran sido mucho más que simples conocidos desde hacía mucho tiempo. Como si se tratara de la grata comprobación de que los demás han reaparecido y están ahí, presentes, y la sensación de soledad matizada por la comunicación informática ya quedó superada.

¿Qué ha cambiado y qué va a seguir igual? ¿Seguiremos siendo los mismos al percatarnos de que la negra noche del confinamiento ha concluido? ¿Estar de acuerdo con los optimistas que acarician la ilusión de que vamos a ser mejores? Con cierto desgano, pues el asunto ha sido reiterativo y monótono, he leído en estos meses ensayos lúcidos de Byong Chul Han, de Yuval Noah Harari, de Savater y de Innerarity, hermeneutas de la pandemia. ¿La condición humana es invariable? ¿No la han mejorado y tal vez la han empeorado, tantas guerras, pestes, hambrunas y calamidades naturales, políticas, sociales o económicas?

Harari ha sido uno de los analistas e intérpretes más constantes de esta época de sombras y luces. Le he leído en gran conclusión que en su concepto el mundo supera la pandemia, pero es mucho más frágil que en épocas de peste. Advierte que la naturaleza humana no cambiará, pero la humanidad corre el riesgo de estar despertando en un mundo diferente.

Vuelvo al asunto inicial del reencuentro festivo con la Universidad: El campus universitario no deja de ser parte de ese mundo diferente que anuncia el historiador hebreo. Pero con sus habitantes constituye la inmensa excepción a la realidad distópica, porque es un mundo amable, fraterno, innovador. La Universidad es, en una sociedad como la nuestra, una aproximación a la utopía del entendimiento entre los seres humanos, de la paz y la tolerancia y de la construcción de un modo de vida más justo, libre y solidario

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