Por SAÚL PINEDA HOYOS*
@saulpinedahoyos
Imagine por un momento que los semáforos fueran regulados según el tráfico en cada momento del día, o que su nevera le avise la fecha de caducidad de los alimentos y ordene al supermercado lo que necesite, o reserve su restaurante favorito para las ocasiones especiales sin que usted tenga que estar pendiente del tema, todo esto mediante aplicaciones en su celular. Son ejemplos de cómo aparatos cotidianos podrán cambiar sus funciones, gracias a las opciones que ofrece internet de las cosas, una de las nuevas actividades de la industria 4.0. Imagine una tecnología que nos ayude en la lucha anticorrupción, como el soborno en obras públicas.
La cuarta revolución es la continuación de tres grandes procesos transformadores: la primera revolución industrial, entre 1760 y 1830, marcó el paso de la producción manual a la mecanizada; la segunda, alrededor de 1850, trajo la electricidad y permitió la manufactura en masa; la tercera, a mediados del siglo XX, fue la llegada de la electrónica y la tecnología de la información y las telecomunicaciones. En la actualidad, el principal potencial de la cuarta revolución es el de elevar significativamente los niveles de ingresos y mejorar sustancialmente la calidad de vida de las personas, por medio de los avances tecnológicos que combinan sistemas digitales, físicos y biológicos (inteligencia artificial, internet de las cosas y blockchain, entre otras).
Este progreso está supeditado a la facilidad que tengan los países y las empresas para adaptarse a dichos cambios. Es por esto que se crearon los Centros para la Cuarta Revolución Industrial –C4IR–, desde el Foro Económico Mundial (FEM), como una iniciativa de colaboración público-privada para estudiar, discutir y proponer elementos asociados a la ética, los valores, las políticas públicas y la regulación, anticipar los riesgos y acelerar los beneficios sociales de estas tecnologías. Los Centros 4.0. están ubicados actualmente en San Francisco (EE. UU.), Beijing (China), Tokio (Japón), Bombay (India) y ahora en Medellín (Colombia). Estos nodos de la cuarta revolución industrial buscan lanzar proyectos que involucren a las entidades públicas con los grupos de valor asociados al desarrollo de estas tecnologías y la academia, para garantizar que los marcos de política pública tengan aplicabilidad en las gestiones de gobierno, en las estrategias empresariales y en la vida cotidiana de los ciudadanos.
Para trabajar en estos temas en la región, Medellín fue escogida para localizar el Centro 4.0. del FEM para América Latina, por haberse consolidado como la capital de la innovación en Colombia, y una de las ciudades con mejor desempeño económico del continente, según el Global Metro Monitor, de The Brookings Institution. Desde Ruta N, donde operará este centro –con el apoyo directo del Ministerio de Comercio, Industria y Turismo– se tiene el gran desafío que los avances y proyectos no sólo tengan un alcance regional y nacional sino también en América Latina.
Sin duda, esta será una oportunidad para que la capacidad creativa de los antioqueños y los colombianos se ponga al servicio de gobiernos, ciudadanos y empresarios de toda la región en las grandes transformaciones que se requieren para la adopción de las nuevas tecnologías.
En esta dirección, la alianza que la ciudad hizo con el Gobierno Nacional, a través del Ministerio de Comercio, Industria y Turismo, se convertirá en una oportunidad excepcional que nos permitirá avanzar en los principios de legalidad, emprendimiento y equidad que ha trazado el Presidente Iván Duque, en su plan de desarrollo. Esta apuesta común deberá expresarse en impactos visibles en la calidad de vida de todos los colombianos. Y de nuevo Medellín será protagonista.
* Viceministro de Desarrollo Empresarial, Ministerio de Comercio, Industria y Turismo.