Estamos atrapados en una espiral de noticias descomunales. Unas con otras se sobreponen sin darnos espera para la reflexión. Hemos llegado a tal punto que no hemos terminado de digerir un hecho espeluznante cuando ya otro de peor calibre se apodera de los titulares y primeras páginas.
Nada nos sorprende: violencia en las ciudades, muertes de soldados y policías, escándalos de corrupción y tenebrosas rumbas de adolescentes en sórdidos sectores de Bogotá donde la droga absorbe su futuro —estudiantes que salen de su jornada académica para dedicarse a la “vida loca”—. Y hechos como ese último, según parece, también se registran en ciudades como Medellín, aunque de una forma más discreta. Incluso, en la capital de la montaña, se habla de que en sectores...