Una persona que ha sufrido, tuvo cáncer y fue desplazada por la violencia de su pueblo a Medellín, donde la jungla de cemento casi se la traga, me decía convencida: no hay un hubiera. Nunca lo habrá.
Ante cualquier circunstancia que surja en la vida, si se pierde un ser querido, un familiar, un amigo, si se nos muere el perro o el gato, si se pierde un trabajo, una oportunidad, siempre queda un vacío, una sensación de impotencia.
Aflora entonces el hubiera: si hubiera hecho esto, si le hubiera dicho que hiciera aquello, si hubiera leído su enfermedad o visto señales de que tenía una dificultad.
Si hubiera...
Es tal vez lo más difícil de superar ante una pérdida. En la cabeza nos da vuelta una y otra vez. Incluso para recordar momentos vividos. Si le hubiera expresado mis sentimientos, si lo hubiera mimado más, si le hubiera jugado, si lo hubiera acompañado, si hubiera permanecido más tiempo con esa persona.
Siempre damos por descontado que los demás estarán a nuestro lado. O que lo que tenemos no lo perderemos, ignorando las vueltas que da la vida.
Me decía aquella persona que había recuperado la tranquilidad cuando entendió, luego de mucho sufrir, que nunca habrá un hubiera.
Lo que existe es el hoy, el presente, lo que tengo en el momento y sobre lo cual una y otra vez aplazamos decisiones, expresiones, manifestaciones.
También, me decía, hay cosas que no controlamos y sin embargo creemos o pensamos que si hubiera hecho esto o aquello las cosas serían diferentes.
No pocas personas se quedan toda su vida cavilando sobre ‘si hubiera...’ y destruyen su mundo. No salen de ahí al no entender que los hubiera nunca existirán.
Importa es el hoy. Lo que tengo a mi alrededor, personas, bienes, animales, el entorno. Jamás tendrán un hubiera. Son o no son. Los cuido o no. Les expreso mis sentimientos o no. Me fijo más en todos ellos o no. Tengo tiempo para ellos o no. Propendo por su bienestar o no.
La persona del cuento vive ahora tranquila. Superó, hasta ahora, el cáncer. Vive en una pequeña casita en un corregimiento de Medellín, muy diferente a la grande de su pueblo, no tiene el trabajo de antes, pero entendió que hay que dejar atrás los hubiera. Es que no existen.
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