Por Luis Fernando Pérez Rojas
Si un gobernante es auténtico, exigirá autenticidad a todo su equipo de gobierno. Y eso es bueno para ponerle marca propia a su mandato, tanto para el gobernante como para sus gobernados. Sobre el tema de la autenticidad podemos decir sin riesgo alguno que la excelencia es para un gobernante un factor clave. Durante años hemos vivido y respirado la búsqueda de la excelencia en nuestros gobernantes. Si a uno en realidad lo motiva algo, se asegurará de que a los demás también les importe. Por ejemplo, si nos importa ser un gobernante excelente, tenemos que darle al pueblo un servicio excelente. Y eso quiere decir asegurarnos de que los miembros del gabinete sean realmente amables con el pueblo y garantes de la verdad, la justicia, el orden y la libertad. ¡Eso no se puede fingir!
Así que, para estar seguros, deben constituir equipos de trabajo muy auténticos en el arte de servir con eficacia, transparencia, ética, idoneidad y solidaridad con la solución de los grandes problemas que padece la nación. Conformar un gabinete y trabajar responsablemente con un Congreso amable, honesto, productivo, ágil y participativo por naturaleza. ¡Eso es autenticidad!
En cuanto servidor público, el gobernante está en el escenario de lo público y es observado todo el tiempo, así que hay que comportarse a sabiendas de que todo lo que haga será examinado con lupa por el pueblo. Por encima de todo, es necesario ser coherente, transparente, auténtico para ganar confianza y credibilidad; de lo contrario, estaría engañando al pueblo, construyendo su propia frustración, derrota y vergüenza política y social. Hay que asegurarse de que su mandato sea coherente y auténtico con las promesas y compromisos adquiridos, cuando se busca un cambio positivo para todos .