Hace veinte años la economía colombiana estaba sumida en una dura crisis económica. Las tasas de desempleo bordeaban el 20 % y el crecimiento se había frenado.En medio del manejo de la crisis, en el Banco de la República (BR) se consolidó la estrategia de inflación objetivo (IT), que busca dirigir la inflación real hacia la meta de esa variable con las variaciones en la tasa de interés de política. Con esto, el BR entró a formar parte de un grupo nutrido de bancos centrales de países desarrollados y en desarrollo que tomaron esa vía para guiar su política monetaria.
Desde entonces, con la IT como política se han enfrentado circunstancias muy adversas como la crisis financiera internacional de 2008-2009 y, posteriormente, la destorcida de los precios internacionales de las materias primas en 2015. De todas salimos bien librados.
En 2008-2009 fue posible hacer política monetaria anticíclica, amortiguando el impacto de un choque de las dimensiones de la crisis de Lehman, que afectó el sistema financiero mundial. En 2009 la economía desaceleró su crecimiento (1,65 %) pero nunca tuvo cifras negativas. En 2015, la política monetaria y la fiscal se coordinaron para hacer un ajuste ordenado de la economía y encarar el golpe de la caída en los ingresos externos.
El IT fue puesto de nuevo a prueba en la crisis actual y la primera reacción fue convencional: una reducción de la tasa de intervención para estimular una economía muy debilitada. No había mucho espacio, a diferencia de 2008, y además la reducción ha sido gradual, desde 4,25 % en febrero hasta el 1,75 % de hoy.
En esta ocasión el IT se reforzó con un instrumento que habían utilizado algunos bancos centrales (Reserva Federal, Banco Central Europeo y Banco de Inglaterra) en la crisis de 2008-2009, que con la compra de activos brindaron liquidez a las economías para que salieran a flote. Es el llamado relajamiento cuantitativo (quantitative easing), la política monetaria no convencional que favorece el otorgamiento de préstamos y la inversión.
El profesor Hofstetter de la universidad de los Andes (El Banco de la República en los tiempos de la pandemia), advierte que la política monetaria actual podía estar llegando a su límite. Es cierto, con tasas tan bajas se pierde la tracción sobre la economía real y, de otra parte, el balance de un banco central no se puede inflar sin fin.
No queda mucho margen de maniobra y las ideas que aparecen son todas muy inquietantes, como seguir bajando la tasa de intervención, incluso llevándola a ser negativa, con la idea de aumentar a como dé lugar la actividad económica y evitar la deflación, la reducción de los precios que paraliza a las economías. También se oyen propuestas de estimular la economía por medio una vigorosa política de gasto público en infraestructura, financiado por el BR a fondo perdido.
La crisis de fin de siglo XX dejó como herencia útil la estrategia de la inflación objetivo; en esta crisis originada por la pandemia, la paradoja es que puede llevarse por delante el IT, porque la vuelta a la normalidad de la política monetaria, que a veces permitía dejar el manejo monetario en piloto automático, no se ve cerca y las propuestas sobre la mesa llevan a caminos inexplorados y muy riesgosos.