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José Guillermo Ángel
Columnista

José Guillermo Ángel

Publicado

SOBRE BURGHARDT SUCESIVAMENTE

Por JOSÉ GUILLERMO ÁNGEL

memoanjel5@gmail.com

Estación Tiempo y Espacio, que parecería un asunto de física, pero no lo es (aunque contiene materia y energía oscura, la una sosteniendo y la otra expandiéndose) y tiene que ver con poesía, con la de un poeta andariego que busca lo no visto y lo no dicho (que ese es el real oficio de la creación poética) para situarlo frente a los ojos del lector, la memoria de los pueblos y los pasados que regresan como esos pájaros que han ido al sur y se devuelven sobre la misma ruta, pero distinta. Así que a Espacio y Tiempo llega un hombre con su mochila y su gorro de visera, con sus palabras cortas para que no se pierdan en ellas y una dirección que se parte en varias. Y en esta situación, que es un Sucesivamente, la Tierra es un lugar con distintas formas pero con los mismos hombres y mujeres, los mismos vientos y los mismos fluires. La Tierra (lo que esto sea ahora), nos iguala cuando el poeta se dirige a un hombre que son los demás hombres, a una calle que son las demás calles, a un tiempo que son los demás tiempos. Como salido de un entendimiento del Talmud, donde sobre la misma palabra son infinitas las acotaciones, Burghardt sacude lo que permanecía escondido bajo la alfombra.

A Tobías Burghardt lo conocí en Berlín, luego comí en su casa de Stuttgart, después él y su mujer me tradujeron un libro al alemán, al que le pusieron un título que definió el contenido: algo situado en el alféizar de una ventana. Hace cosa de unos años, Tobías, emocionado, me contó que había estado en Babilonia (no en Irak) y allí había entendido a los profetas, a los exilados y los paisajes vacíos. Y ahora lo veo de nuevo en un libro de poemas suyos, donde me habla de Corea, Nasca (la pregunta peruana), el testamento de un taxista y de una oración que ya conocía, Kadish (la oración funeraria judía), de naufragios o navegaciones y de unas variaciones extrañas que parecen novas y agujeros negros. Y vi lo que no había visto.

Los poetas (cuando lo son) tienen el encanto de los magos persas, que no ilusionaban sino que alucinaban y después de su acto ya todo comenzaba a existir. Y con el libro de Tobías, todo comienza a fluir Sucesivamente, como en los compuestos del tiempo y del espacio, del hombre que mira y atrapa imágenes, de las aves que todavía no han olvidado que vuelan.

Acotación: para un mundo escaso en poesía, que aparezca de improviso un poeta (llegado de alguna parte de Alemania, Bolivia o Babilonia) es una manera de llegar a un oasis. Para un mundo en confusión y fuegos fatuos, la llegada del poeta es el abrazo que nos falta. Es un recuperar lo sucesivamente hermoso.

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