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José Guillermo Ángel
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José Guillermo Ángel

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Sobre próximas ciudades (1)

Por José Guillermo Ángel R.

memoanjel5@gmail.com

Estación Espacio, concepto que los chinos han catalogado como elemento (al lado del agua, el aire, la tierra y el fuego, pues sin donde estar no existirían), a la que llega gente que funciona por la física, en tanto objetos-sujetos que se mueven y son empujados por una fuerza (o por varias), logrando desplazarse a la par que corre el tiempo, palabra que es un quebradero de cabezas porque avanza sin necesidad de espacio y sin que lo empuje nada, aunque algunos dicen que el tiempo está completo y los que nos movemos por él somos nosotros y todo lo demás. Pero bueno, mirando relojes o solo yendo de la noche al día, en el espacio construimos y destruimos, establecemos lugares y en ellos sitios, algo así como dónde vivir y, en esa reducción o geometrización del espacio, dónde hacer lo que nos hace humanos o, si estamos alterados, deshumanos. El hombre de Vitrubio, al que Leonardo Da Vinci le hace un homenaje, es una buena descripción del espacio.

En términos urbanos, el espacio de una ciudad sería su territorio, pero no solo de construcción, abastecimiento de servicios públicos y disposición vial (incluyendo además la ruralización necesaria para que haya independencia alimentaria), sino de gobierno y educación de los ciudadanos. El espacio de la ciudad es la planeación de la vida digna (que para Aristóteles sería la seguridad, pues allí está lo necesario para vivir, razonar y ser justos), con sus lugares determinados (bien definidos por su función e institucionalidad) y los sitios para hacer posibles los verbos que hacen posible al ciudadano en el ejercicio de sus deberes y derechos: estudiar, trabajar, convivir, avanzar, participar, no mentir (la mentira destruye la confianza social), etc. La ciudad no es un discurso, es una acción inteligente.

La pandemia (y esto pasa también con las guerras, las hambrunas y los malos gobiernos), nos pone en estado de pensar (la duda se incluye), analizar y vernos en estado de ciudad, lo que quiere decir, sabernos viviendo bien o mal en el espacio, los lugares y los sitios. Y en esta reflexión, que debería estar mediada por conductas sabias, en lugar de prepararnos para resolver problemas lo que vemos en un desborde de información pánico, acciones impertinentes de los gobiernos y toda clase de paranoias y mentiras. Y bueno, en lugar de hacer ciudad y ciudadanos (que es lo que más necesitamos), asistimos a la desesperanza continuada y a un caos político desmesurado.

Acotación: la suerte de las ciudades depende de lo que ahora (estamos en problemas pico) hagamos con ellas determinando normatizaciones severas que definan usos del espacio en bien de la salud pública, líneas de trabajo indispensable y puestos de dirección a cargo de gente que sepa de qué se trata lo que maneja. Las ciudades no son tómbolas, son personas de bien pensando la dignidad

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