Frente a la basílica de Jesús de Medinaceli en Madrid se había formado una cola que se extendía a lo largo de varias manzanas. Cabizbajos y ateridos, los devotos esperaban a que el sacristán abriera la puerta del templo para besar y pedirle favores a la imagen milagrosa.
La niebla de esa madrugada impedía distinguir el punto en que esta cola de Jesús de Medinaceli se unía varias calles más allá a otra cola, que a su vez esperaba a que se abriera el famoso despacho de Doña Manolita para comprar lotería de Navidad. Durante la noche, ambas formaciones, vigiladas por la policía, habían permanecido en silencio, pero a primera hora de la mañana del viernes comenzaron a moverse con gran ansiedad y aunque avanzaban en sentido contrario, cada una a su...