El título de esta columna no es un “mal deseo” para el presidente Trump, sino el planteamiento de un escenario posible para el año venidero, que podría ser el más complejo de su primer período presidencial.
A pesar de lo difícil que ha resultado intentar “leer” al presidente Trump, pues es una especie diferente dentro de la fauna política de los EE. UU., es claro que no lo pilotean mayormente concepciones filosóficas, ni siquiera partidistas, sino los impulsos que de él surjan.
Analistas en EE. UU. se lamentan de que el presidente “no lee”, que los informes técnicos que le preparan las agencias estatales quedan inéditos y solo sirven para reciclar papel. Lo que lo guía al parecer es una mezcla azarosa y falible de “instinto con ego omnisapiente”....