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Ernesto Ochoa Moreno
Columnista

Ernesto Ochoa Moreno

Publicado

Una cura de olvido

Por ERNESTO OCHOA moreno

ochoaernesto18@gmail.com

Al terminar el año es aconsejable hacer una cura de olvido. Que no es otra cosa que un trabajo de poda en la vida. Como a la matas: cortar tallos viejos y hojas secas para que aparezcan nuevos brotes, con lo que se garantiza la supervivencia, el futuro. De las matas y de la vida. Volverán a florecer las plantas. Y la vida.

Nos columpiamos entre los recuerdos y el olvido. Cada cosa que aprendemos, cada instante que vivimos, lo bello y lo feo, lo alegre y lo triste, el amor y el odio, a todo nos apegamos. Y lo apretamos como quien cierra el puño. De pronto, abrimos la mano y vemos que hemos estado agarrando aire. Eso son los recuerdos.

Y eso es el olvido que, valga decirlo, es el mejor remedio contra el egoísmo, contra la ambición, contra el deseo de poseer. El antídoto contra esa manía que tenemos de creernos diosecitos (“diosecitos cagados”, decía Fernando González), dueños de todo, de los demás, de las cosas, de los sentimientos ajenos.

Olvido redentor. De los viejos amores imposibles nos redime el olvido. Y también de los rencores que nos queman el corazón, de todas esas amarguras con que nos persigue el pasado. Hasta de los dolores físicos que no nos curan las drogas nos alivia el olvido. La vida, que es muy sabia, nos cierra el día con la noche y, en la noche, la callada liturgia del olvido que es el sueño, el dormir.

El escritor español Manuel Alcántara (1928-2019) gran poeta y periodista, uno de mis autores de cabecera, quien era el decano de los articulistas de lengua española y murió en abril pasado a la edad de 91 años, dice en un poema: “Lo mejor del recuerdo es el olvido”. Cuando me acuesto suelo susurrar este verso, así como los primeros dos endecasílabos de un soneto suyo titulado “La almohada”: “La memoria es culpable. Si se arrumba/ se le seca al dolor un afluente”. Arrumbar la memoria, entiendo yo, es tirar los recuerdos al cuarto de reblujos, para usar un colombianismo en vez del castizo rebujo de la Real Academia, que suena cojo sin la ele.

Puestos en la esquina del tiempo que es cada día que pasa, cada noche que llega, o cada año que termina, hay que proclamar el derecho a olvidar. Tal vez el último derecho que nos queda, junto con el derecho a equivocarnos que también es sagrado.

P.D. “La memoria es culpable. Si se arrumba/ se le seca al dolor un afluente. /Si una nieve cordial, blanda y caliente/ descansa la cabeza, ya no zumba/ la abeja del vivir. Al que se tumba/ se le llena de pájaros la frente...” Feliz año, feliz cura de olvido.

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