Por Alberto Barrera Tyszka
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Hoy habrá en Venezuela un espectáculo paradójico. Los para elegir una nueva Asamblea Nacional, solo son un espejismo democrático para aniquilar el último resquicio de democracia que queda en el país. Pero más que una paradoja es una estrategia.
Nicolás Maduro, un presidente ilegítimo, autoelegido por medio de elecciones no reconocidas por gran parte de la comunidad internacional y autoproclamado en un proceso inconstitucional, después de fracasar al instaurar un parlamento alternativo que le es favorable, desarrolla y ejecuta un plan para tomar la Asamblea Nacional, robándose los partidos de oposición y organizando un nuevo fraude electoral. Esta podría ser la sinopsis corta del proceso que culminará hoy. No habrá ninguna sorpresa. El chavismo ha ganado la elección aun antes de que suceda. El problema es qué viene después, qué sigue.
Me aventuro a predecir lo que va a pasar hoy: en tiempo récord –para darle una lección al “imperialismo”– el Consejo Nacional Electoral ofrecerá los resultados de la elección, donde destacará un triunfo abrumador del partido de gobierno, probablemente incluso logrando una mayoría absoluta en el nuevo parlamento. La supuesta oposición, fabricada y manejada por el chavismo, tendrá un pequeño e inocuo papel de reparto. Y empezará entonces a moverse la nueva narrativa, dando paso a un sinfín de declaraciones de diversa índole y en distintas direcciones, todas apuntando a lo mismo: a la búsqueda de reconocimiento y de legitimación.
Convocarán a un gran pacto de unidad, de diálogo. Hablarán de amor. Invocarán los problemas del país y llamarán a dejar atrás las diferencias y a mirar con esperanza hacia el futuro. Lo harán con seguridad y tranquilidad, con singular histrionismo, intentando siempre poner en duda la percepción que existe sobre la realidad.
No se trata de una práctica novedosa, por supuesto. Es algo que está en lo profundo del ADN del chavismo y que también tiene una larga tradición en la historia mundial.
Aunque la narrativa oficial se imponga, en Venezuela continúa una crisis económica aterradora y la migración no se detiene; los aparatos represivos siguen ejerciendo la violencia impunemente –como en el caso del periodista Roland Carreño, detenido de forma ilegal en octubre–. Y, lamentablemente, con el triunfo previsible del chavismo en la Asamblea Nacional se cierra todavía más el cerco, se asfixia la posibilidad de que existan y se hagan visibles otras versiones de la realidad.
En su análisis de escenarios para el futuro, Rafael Uzcátegui, coordinador general de Provea, organización dedicada a la defensa de los derechos humanos en Venezuela, advierte sobre el claro peligro de que, desde el nuevo parlamento, el chavismo promueva y apruebe más “leyes antidemocráticas” y legalice aun más la censura y la represión en el país. Eso es lo que representan las elecciones de hoy: el uso, nuevamente, de los procedimientos y de las ceremonias de la democracia para acrecentar el autoritarismo.
La ocupación de la Asamblea Nacional no ofrece ninguna salida real al conflicto. Es una farsa mediocre que no le dará legitimidad a Maduro. El chavismo insiste en crear sombras para poder seguir con su saqueo. Pero su gaslighting ya no es eficaz. Ni adentro ni afuera del país. La victoria electoral de hoy será un fracaso político, una nueva postergación a la única posible solución de la crisis.