“Durante muchos años, médicos y científicos dijeron que era imposible correr una milla en cuatro minutos, que uno moriría en el intento. Así, cuando me levanté de la pista después de colapsar en la línea de meta, pensé que estaba muerto”. -Así lo dijo Roger Bannister, en 1954, inmediatamente después de haber hecho lo “imposible” y romper ese concepto restrictivo erróneo. La hazaña de Bannister se produjo no solo a través del entrenamiento físico y el acondicionamiento, sino también como resultado de que visualizaba el evento en su mente una y otra vez, haciéndolo con tanta pasión que, en lo que a él se refería, creía que era un hecho. El aspecto más significativo de su logro fue la influencia que tuvo en otros, antes de Bannister, nadie en la historia había corrido una milla en menos de cuatro minutos; la creencia de que era una hazaña imposible era tan fuerte que incluso los expertos reforzaban con supuestas pruebas científicas. No es de extrañar, por lo tanto, que de hecho esto fuera la realidad. Un año después de que Bannister rompiera la barrera, otros 37 corredores hicieron lo mismo; al año siguiente, otros 300 corredores se unieron al club. La creencia de Bannister de que lo “imposible” era, de hecho, posible, le permitió realizar su propia visión e influir e inspirar a cientos (si no miles) de atletas para mejorar sus propios récords.
Muchas veces nos limitamos a vivir y lograr lo que pensamos es simplemente posible. Medimos los riesgos. Tomamos como referencia a experiencias del pasado para tomar decisiones que marcan nuestro futuro. De esta manera, seguimos reproduciendo la misma realidad. En la novela Il Gattopardo, el escritor siciliano Tommaso de Lampedusa, escribe una frase tremenda, que refleja la realidad de la vida social y política de nuestras sociedades: “Todo cambia, para que nada cambie”.
Durante mucho tiempo, esta fue, por ejemplo, la realidad en Palermo. Simplemente la Mafia se había vuelto parte del panorama. Lo anormal se había vuelto normal. Era normal que los derechos de los ciudadanos se hubieran convertido en favores otorgados por la Mafia; que un comerciante pagara la vacuna; que el político ganara una campaña a la alcaldía gracias a los votos de los mafiosos; que necesitabas del mafioso si querías un trabajo o ganarte una licitación pública. Era normal vivir en la resignación de que así funcionaban las cosas. Hasta que un día se despertó un líder quien empezó a gritar, “el rey está desnudo” y empezó a imaginar lo imposible: ver a la ciudad de Palermo liberada de la violencia y del poder corruptor de la Mafia. Este líder es Leoluca Orlando, y hoy sigue siendo el alcalde de la capital de Sicilia. Hoy la gran mayoría de los ciudadanos de Palermo saben que lo imposible es posible.
Ahora bien, ¿Qué pasaría con Medellín si creyéramos que lo imposible es posible, ¿Qué podemos imaginar para esta ciudad? ¿Qué realidad queremos construir? ¿Qué tal si dejáramos de ser pragmáticos y realistas, y nos convirtiéramos en soñadores, como Bannister u Orlando?.